SALAS, LA GRANDEZA DEL BOXEO CUBANO

Por Andrés Pascual

Hay una expresión muy cubana para definir al individuo que “confunde camino con vereda”: “es un equivoca’o”, ahora se puede hablar de un boxeador venezolano que está “confundido”; bueno, por decir algo…

Jorge Linares se aleja del trainer cubano Ismael Salas ¿Por qué? porque el “mástermind” criollo abrazó la muy popular tendencia (no me gusta y lo critiqué en su momento), de asimilar pupilos en cualquier región del mundo, plantar el campamento donde crea más conveniente y delegar en asistentes la seguridad y la marcha efectiva de la preparación de otros boxeadores bajo contrato…

Esa forma de trabajo por control remoto la hizo rutina Emanuel Stewardt, que se “coló” en Ukrania y estuvo al lado de Wladimir Klitschko durante todo un ciclo; mientras, supervisaba por internet a otros del lado de acá del “gran charco”.

Stewardt entrenó durante algún tiempo a GAMBOA, luego de que Salas lo pulió para empeños mayores como campeón del mundo.

Peor, si cabe, lo ha hecho Freddie Roach, que metía en su gimnasio a varios pugilistas de gran cartel que se podían proyectar como estrellas del espectáculo; sin embargo, sin salir del “casucho”, sin irse a ningún lugar, atendía personalmente a Pacquiao como única obligación laboral.

Los apoderados de Rigondeaux justificaron la ruptura del contrato de trabajo con el “emeritísimo”, precisamente, por la inapetencia de Roach ante el seguimiento del zurdo.

Hablar de Ismael Salas significa hacerlo del mejor trainer cubano de todos los tiempos, de mejores resultados en el profesionalismo; pero, de forma especial, del Maestro capaz de mejorar, crear y/o rescatar aptitudes y actitudes en boxeadores por los que nadie daba un quilo en su momento; o en otros para quienes, únicamente una mentalidad prodiga en buenas ideas y mucho mejor vista, como la de Ismael, confió, y hablo de Jorge Linares, de Rancés Barthelemy y de Yordenis Ugás.

Si Linares logró resurgir de sus cenizas luego de estar completamente desmoralizado, si recuperó valores que estuvieron tan bajos que podían barrerse en las oficinas del pugilismo, se lo agradece a Salas, quien, con paciencia, con profesionalismo nato y fé superior, logró manejar la carrera de este boxeador hasta la cúspide otra vez.

El caso de Barthelemy es simple: un muchacho llegado de Cuba, sin el palmarés olímpico, inservible y exagerado que tanto pregona la crónica “tan compañera como enana”, que lo conocen como al “hermano de Yan”, en el que nadie pone un medio en la coima a que pueda triunfar; menos Ismael Salas, que confió en él porque vio sus posibilidades como solo los inmortales de un oficio: cuando nadie las aprecia y esa es parte de la grandeza de nuestro mejor trainer, “la vista” y el sentido reflexivo u olfato para descubrir el talento casi invisible para el ojo profano.

Ismael Salas es mejor que Sarría, que Rapidez…que ni tuvieron los resultados matemáticos del oriental ni logros personales “arreglando o haciendo” a boxeadores descartados, en los nadie imaginó, no a un campeón, sino tal vez ni a un corista de relleno en carteleras de bajo presupuesto y localidades de mala muerte.

Pero un trainer ni gana el dinero de un campeón bajo su responsabilidad, ni alcanza el titular mediático con la frecuencia que su pupilo; a pesar de que, caso específico de Ismael Salas, pueda decirse, con honradez y franqueza, que sus boxeadores son producto neto de su trabajo de líder de estatura enorme en los trajines; incluso Yordenis Ugás escala hacia las marquesinas del boxeo mundial, porque, cuando todo el mundo creyó que debía irse, Salas lo acogió y lo lleva, poco a poco, rumbo al éxito.

Porque sabe lo que vale, porque confía en sus facultades, porque habla inglés, porque entiende que no está en Cuba sojuzgada, donde no existen ni el mercado ni la competencia por méritos profesionales personales, el cubano acepta un contrato en Inglaterra para preparar a alguien de la división completa, invita a Linares a continuar su entrenamiento allá y el venezolano no acepta viajar al Reino Unido, es más, decide abandonar a Salas…

Linares no se ha dado cuenta del error que significa el paso de depositarse irresponsablemente en manos de otro entrenador; semejante imprudencia debe ser el resultado de escuchar a malos consejeros, que le han hecho olvidar qué hizo Salas para rescatarlo del inmenso grupo de frustrados, decepcionados y desmoralizados que nunca le interesan a nadie, caso único previo el de Jersey Joe Walcott y el manager Bocchicchio.

Sin temor a equivocarme, Lomachenko le va a recordar a Linares cómo se paga la ingratitud, lo mismo podría sucederle a Barthelemy si la ira lo ciega y no ve la derecha telegrafiada que lo acecha, a punto de abrirle en dos el mentón, vivir para ver.

Si Ismael Salas logra imponerse con boxeadores de la división completa, si hace un campeón de ese peso, su palmarés se convertiría en dossier total de mérito inmortal, aunque, hoy por hoy, ya es un miembro, si existen la justicia y la neutralidad juiciosa, de cualquier Salón de la Fama existente.

Si se estrenara primer entrenador hispano capaz de hacer un campeón mundial de uno de esas moles que vagan decepcionados hasta de su nombre, la clase y el valor del antillano escaparían de las fronteras cubanas para proyectarse como uno de los tres en calidad de discutir el mejor de la historia del oficio en la región latinoamericana; detalle que, por agradecimiento, debieran considerar los pupilos de Salas y ayudarlo en el empeño.

Que nadie lo dude, como entrenador, Ismael Salas es mejor que los boxeadores que prepara…y hace falta que los gladiadores reaccionen rápido, antes de que sus carreras se despeñen y no las pueda recuperar nadie ni con grúas de alta potencia. Si no al tiempo…

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