A dos años del “Tongo K”

(Foto: Suministrada)

Aceptó pelear sin reponerse luego de una guerra brutal contra Anthony Yarde, aceptó cláusula de rehidratacion, aceptó el esfuerzo de hacer el peso luego de cinco intentos, aceptó pelear sin hacer campamento normal y aceptó pelear en pésima condición si le pagaban lo que no valía. Le aceptaron pagar lo que pidiera y subió en modo zombie por 12 millones de dólares más regalías.

Unos días después no resistió conservar la culpa y soltó el chivatazo; aceptó que subió a perder, aceptó que lo convencieron por una oferta financiera imposible de rechazar, indirectamente aceptó que “vendió su cinturón” y sus fanaticos incrédulos debieron aceptar ser llamados de ignorantes por creer que podía ganar esa pelea.

La historia tuvo otros capítulos que, al oído del fan real del boxeo, resultaron en una cachetada sin mano a su credibilidad en este deporte. La infamia rusa empezó un día como hoy hace dos años. El día que un campeón, hasta ese día respetado, aceptó bajar a una cloaca de doce millones y desde allí con sonrisa hipócrita les mostró el dedo medio a todos sus creyentes. “Me importa un bledo lo que piensen” seguro dijo al recibir el cheque.

El boxeo está repleto de historias lamentables. La mayoría son tan lamentables que ni siquiera sirven para ser recordadas. Pero esta no. Esta no puede ser olvidada ni hacer de cuenta que no pasó nada. Si te comes el cuento del tío una vez y te tratan de ignorante: eres solo una victima. Si te lo vuelves a comer, ya eres otra cosa que ni necesita ser nombrada.

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