Un vistazo a La Cueva de La Loba donde se visualiza la estructura de futuros prospectos

 

Por Jaime Estrada vidaboxeo@cox.net

Cuando el deporte del boxeo forma parte de la vida, se busca la manera de tatuarlo en la piel para tenerlo de planta en el alma, y en sí, todos los pugilistas activos saben a ciencia cierta que el día menos pensado llegará la hora de colgar los guantes en el closet de los recuerdos. Por lo tanto, tienen que prepararse a consciencia en lo que les depara la vida, porque ya no habrá más entrenamiento de rigor para los compromisos en el cuadrilátero, y darse de guamazos con un semejante, pero si la adicción de los abucheos, los aplausos, la chifladera, los alaridos desgargantados de los fanáticos de hueso colorado, estando consientes que se avecina un nuevo horizonte, muy diferente al acostumbrado en sus rutinas respecto al deporte. Y muchos optan por seguir a la madre de todos los vicios que es la ociosidad atroz, la cual conduce a muchas adicciones no recomendables para nadie, pero otros más astutos si la malician y optan por seguir la brecha que ya tienen bien hecha, o sea, se apegan al ambiente del mamporro rentado a nivel de entrenadores experimentados, promotores, publicistas, representantes, comentaristas y el caso de Zulina Muñoz, quien de antemano sabemos que aparte de talento y valentía en la tarima brava, tiene el oficio de enfermera y fácil se involucra en dos que tres actividades, porque de plano es una mujer multifacética. Por eso no es sorpresa ni para propios ni extraños que buscara los medios necesarios para abrir su changarro y continuar con la tradición familiar de las guantadas con disciplina. Y haciendo eco y alarde a su mote de fiera, bautizo el gimnasio como “La Cueva de La Loba”. Y desde nuestra esquina neutral le damos la patadita de la suerte y que siga cosechando bendiciones a diestra y siniestra.

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