Tony Ayala, Jr.: Un alma atormentada toda su corta vida

tony_ayala_jrPudo haber sido el abuso sexual que sufrió a manos de un tío, las influencias del barrio duro en donde creció en San Antonio, Texas o las drogas y el alcohol que empezó a consumir desde que era muy joven, pero Tony Ayala Jr. desfiló por el mundo como un alma en pena y atormentada durante toda su vida adolescente y adulta.

Le rindo un tributo a lo pudo ser arriba del ring, no a lo que fue abajo del mismo.

Lo conocí cuando Tony estaba en los amateurs y luego cuando empezó a boxear profesionalmente. Lo vi pelear varias veces por televisión y siempre me gustó lo que vi. Sus combates vinieron siempre a reafirmar mi teoría de que el ponch no viene de la musculatura, porque quienes conocieron a Tony a principio de los 80s, cuando era el terror de los superwelters, vieron a un joven bajito de estatura, como de 5 pies, 7 pulgadas, con un cuerpo sin definición muscular. Podríamos decir que era hasta gordito. Su físico no asustaba a nadie hasta que sus rivales se trepaban al ring con él.

Pero nunca hay que juzgar un libro por su portada. Tony “Torito” Ayala Jr. era más bien un toro de lidia que subía al ring a embestir a sus rivales sin misericordia. Su velocidad de manos, su agresividad, su valentía y su ponch eran tales que sus contrincantes caían fulminados uno tras otro. A los 19 años, su record era de 22-0 con 19 KOs. Se hablaba ya de un combate por el título mundial superwelter ante el campeón mundial Davey Moore después de que el talentoso púgil tejano noqueara a Carlos Herrera, púgil ranqueado número 4 en 1982. Los que seguíamos de cerca a Tony nos importaba muy poco o solíamos ignorar que el Torito era un púgil marrullero, que insultaba a sus rivales y que hasta llegó a escupirlos cuando estaban en la lona. Seguido prefería ver este tipo de agresividad como un instinto asesino que como una falta en su carácter. Se hablaba también de combates ante Thomas Hearns, Marvin Hagler, Sugar Ray Leonard y Roberto Durán. Por ahí cuentan que cuando Tony tenía 14 años lo pusieron a boxear con Pipino Cuevas y el chavo tejano  le hizo ver su suerte al noqueador mexicano.

 

Eran sus problemas con su pasado y su adicción a las drogas lo que se manifestaba como  agresividad en el ring. Tuve muchas pláticas con su padre Tony y sus palabras, si las estudiábamos bien, dejaban escapar un dejo de preocupación por su talentoso vástago. Ayala Sr., más que nadie, sabía del coraje interno y del volcán en erupción que se anidaba dentro de su hijo.

Pero si el Torito era una fiera en el ring, su agresividad, desafortunadamente, era más intensa abajo del cuadrilatero. Sus víctimas no eran otros hombres en peleas callejeras o de cantinas, pero mujeres. Su primera víctima fue una jovencita cuando el boxeador tenía 15 años. Cuentan que con dinero, algunos $40 mil dólares, se quitó Tony Jr. esta bronca de encima. Pero no aprendió la lección, porque a los 19 años, justo cuando iba que volaba hacía el estrellato y un combate titular ante Moore, volvió a las andadas. Esta vez violó a una mujer en New Jersey y fue sentenciado a 35 años de prisión, de los cuales sirvió casi 16 antes de ser dejado en libertad condicional (parole).

Volví a toparme con Tony Jr. en El Paso, cuando el Torito ya era más bien un toro completo. Facialmente ya no era el mismo de sus años adolescentes. Su cuerpo era ahora más grueso, aunque más musculoso que antaño. Estaba en El Paso para anunciar su regreso al ring. Venía acompañado de un amigo de toda la vida, el también boxeador James “Cowboy” Coker.  El Torito se portó bien con la prensa y nunca rehuyó preguntas incómodas sobre su pasado.

Ganó 5 combates al hilo antes de toparse con el mexicano Ramón “Yoriboy” Campas, quien hizo a Tony quedarse sentado en el banquillo y no salir para el noveno asalto.  El Torito de plano der rajó, porque pudo haber seguido peleando aunque estuviera perdiendo el combate. Cuatro victorias más y el desconocido Anthony Bonsante lo noqueó en 11 asaltos en el 2003..la última pelea profesional de su vida a la edad de 40 años.

Comentaba yo entonces con mis hermanos y amigos que era cuestión de tiempo antes de que Tony volviera a delinquir. En efecto, una vez retirado, el Torito se metió a la casa de una mujer que entrenaba en su gimnasio, pero el nativo de San Antonio fue baleado. El boxeador tejano pudo haber sido mandado de nuevo a prisión por muchos años, pero le dieron 10 años de libertad condicional como castigo.

Esos 10 años de libertad condicional se convirtieron en 10 años de cárcel cuando Tony fue sorprendido conduciendo a exceso de velocidad sin licencia de manejar y en posesión de drogas y pornografía en el 2004. Su padre murió mientras que Tony estaba en prisión, aunque lo dejaron salir para estar presente en el funeral. El junior fue dejado finalmente en libertad el 25 de abril del 2014. Tony volvió a abrir el gimnasio Zarzamora en donde su padre lo había convertido a él y a sus hermanos Mike y Sammy en tres formidables gladiadores del ring.

En este mismo gimnasio en donde él ahora entrenaba a jovencitos, es donde murió Tony “Torito” Ayala Jr, de un aparente ataque al corazón a la edad de 52 años. Tony fue encontrado sin vida dentro del gimnasio el martes, 12 de mayo.

TONY AYALA SR. DEDICO SU VIDA AL BOX

Una vez que trajo a su otro talentoso hijo, Mike, a pelear en El Paso en 1984 volví a saludar a Tony Sr. Estaba triste, porque su hijo estaba en la cárcel, pero seguía entrenando boxeadores en el Zarzamora Gym en un barrio pobre en San Antonio. Ahora trabajaba duro con su igualmente talentoso hijo Mike Ayala, quien esa noche de 1984 peleó en el Coliseo de El Paso ante el paseño Leo Martínez. Mike nunca fue campeón mundial, porque a pesar de ser un boxeador magistral nunca tuvo el ponch de su hermano Tony.

“Stay in the pocket,” eran los consejos favoritos que le daba Tony Sr. a su hijo Mike rumbo a un nocaut sobre Martínez. Fue una maravillosa exhibición de box la que dio Mike esa noche en El Paso.

A Tony Sr. lo seguí viendo, especialmente cuando iba a San Antonio a ver funciones de box. Siempre tenía peleadores en las funciones a las que yo asistía, pero nunca pudo forjar a otros pugilistas de la calidad de sus hijos.

Los Rayos X y ahora los “MRIs” te pueden decir que le está pasando a tu cuerpo, pero no hay ningún aparato que nos diga que tenemos los humanos en la mente.

¿Qué le pasó a Tony?  ¿Por qué echó a perder lo que se perfilaba como una brillante carrera?  ¿Qué demonios lo atormentaban?  Nunca lo sabremos con certeza.

A los 52 años pudieran haber estado gozando a una vida holgada y hasta rica con el producto de su talento arriba del ring. Ahora está muerto.

Tony Ayala Jr. no es una leyenda del box ni nunca lo será. Sin embargo, todos los que adoramos el box lo recordaremos por siempre como lo que pudo haber sido en el ring, pero nunca por lo que fue abajo del ensogado.

Hasta luego Torito. Ojalá que finalmente encuentres la paz que nunca tuviste en vida.

Comments (1)

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  1. Celia says:

    Hermoso tributo !! Ayala Jr. sostuvo combate con mi padre el Sr. Jose Luis Baltazar en el inicio de la década de los 80’s ……
    Descanse en paz “El Toro” Ayala !

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