Tirando Guante: Se propagaba con el más grande, pero Ali nunca tuvo un dejo de arrogancia con el publico

Muhammed-AliSu desmedida arrogancia no me cayó bien al principio. Eran los años 60s y Cassius Clay había llegado al boxeo profesional como un tornado arrasando a diestra y siniestra. Contra todos los pronósticos, ganó el campeonato mundial pesado a los 22 años venciendo al temible “Oso”, Sonny Liston, púgil que había estado noqueando a rivales hasta con la mirada.

Yo era un jovencito y ya era todo un aficionado al box y empecé a seguir a Clay, pero no porque lo admiraba, si porque quería ver a alguien que le pusiera una tunda y le tapara la boca. Fue por la misma razón que seguí, aunque de lejos, la carrera de Floyd Mayweather Jr. Pero conforme pasaron los años me pude dar cuenta de la gran calidad boxística de Clay, quien más tarde se convirtió en Muhammad Ali, y empecé a admirarlo. No sé cuándo me hice a su lado, pero sí sé que a partir de su primera pelea ante Joe Frazier Ali se convirtió en uno de mis boxeadores favoritos.

Estaba muy joven para saber si Ali había hecho bien o mal cuando rechazó el llamado militar durante la impopular guerra de Viet Nam. “Yo no tengo nada en contra de los viet cong, porque ellos nunca me han llamado “nig..r”. El gobierno le quitó el campeonato mundial a Ali, quien en pleno apogeo dejo de boxear durante 3 años y medio. Más tarde realicé que si una persona está dispuesta a perder algo tan valioso como un cinturón mundial y dejar de boxear por varios años, es porque esa persona de veras cree en la posición que ha tomado.

Luego más adelante, cuando la Suprema Corte de Justicia reversó el fallo negativo contra Ali, y el boxeador regresó al ring y empezó a pelear por todo el mundo la discriminación que reinaba contra los afro-americanos, fue cuando empecé a oír de cerca su mensaje de paz y armonía.

Muhammad Ali fue un boxeador que nos ofreció gran entretenimiento como boxeador arriba del ring, durante sus coloridas conferencias de prensa y abajo del ring con sus ocurrencias y su contacto con el público. A pesar de ser una verdadera y relumbrante estrella, nunca tuvo un dejo de arrogancia con el público y la prensa , a quienes respetó como pocas luminarias lo han hecho.

Ali viajó por el mundo como lo hacen los embajadores, los presidentes, los primeros ministros y los jefes de estado propagando la paz y la armonía entre las razas. Fue tanta la admiración que yo sentía por Ali más adelante en su carrera que me dio mucha tristeza ver la paliza que le dio Larry Holmes cuando el “Mas Grande” ya debería haber colgado los guantes. Sentí esa paliza en carne propia.

Conforme menguaban sus fantásticos dotes atléticos, Ali se veía forzado a prescindir de sus habilidades como “flotar como una mariposa y picar como una abeja”, que era su mote en su juventud, para convertir su estilo en un vulgar “rope a dope”, en el cual se dejaba pegar de espalda a las cuerdas buscando cansar a su rival. Este estilo le funcionó de maravillas ante el aniquilante ponchador George Foreman, a quien noqueó en 8 asaltos cuando Foreman se cansó, pero no sin antes haberle proporcionado severo castigo a Ali. Golpes como estos a la postre mermaron completamente la salud de Ali y causaron la enfermedad que aguantó durante 32 años antes de su muerte.

Tuve el placer de conocerlo cuando visitó El Paso hace ya varios años. Lo saludé y luego se puso en su acostumbrada pose boxística como lo hacía ante sus fans, pero en lugar de buscar una foto con él, me fui al baño con lágrimas de dolor en los ojos. De aquel esteta del ring, alto y musculoso y brioso como un caballo de carreras, ya no quedaba nada. Muhammad Ali era un guiñapo de hombre, su físico consumido por ese brutal deporte que tanto nos apasiona. Ali debería haberse retirado en 1975 después del “Thrilla in Manila”, su violenta pelea ante Joe Frazier.

Tuvimos boxeadores carismáticos como Sugar Ray Robinson, basquetbolistas como Michael Jordan, jugadores de futbol americano como Joe Namath y figuras del soccer como Maradona y Pelé, pero nunca nadie como Muhammad Ali. Figuras como el tres veces campeón mundial pesado solo emergen una vez en el mundo. ¡Gracias por todo campeón!

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