PÁGINAS GLORIOSAS DEL PUGILISMO: COCHRANE vs ZIVIC

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Por Andrés Pascual

Antes, cuando los boxeadores lo eran de verdad, cuando cobraban por peleas menos de lo que valía un helado en barquillo y había que matarlos, sin la exagerada intervención piadosa del referí de hoy, se escribieron páginas de gloria sazonadas con ingredientes desconocidos por casi todo el mundo, por tal razón, pasaron a la inmortalidad como memorables momentos del deporte.

Los Anales de Fistiana son la historia de un mundo trágico de fantasías, en que lo penoso y lamentable está a menos de un milímetro, por increíble y doloroso, de lo alegre y destacable por resultados positivos. En el boxeo moderno (1990-presente) nada es como ayer ni, mucho menos, como fue el pasado previo a 1950.

Jimmy Braddock ganó la faja de peso completo contra Max Bear después que se había retirado, trabajaba como estibador para llevar el pan a su hogar, ignorado, en el anónimato; igual sucedió con “Jersey” Joe Walcott, que no se dio importancia a sí mismo y buscó fuera del gimnasio el sustento familiar, pero regresaron y quiso la Fortuna que ganaran sus peleas consagratorias, entonces la crónica y el fanático se preguntaron ¿Cómo pudo? ¿Quién es? ¿De dónde salió? Y a correr la fama. Es necesario señalar que ninguno de estos dos boxeadores fue corista, al contrario, eran técnicamente buenos, conocedores de los secretos del pugilismo en niveles de estrellas, pero la vida, a veces, no es como se planifica; otras, ni planificar se puede.

Sin embargo, hasta que ganó el campeonato mundial welter jr de la AMB en el 2005 el colombiano Carlos Maussa, empleado de una tintorería comercial, no se vio algo tan insólito como la vez que, en 1941, Freddy Cochrane le quitó la faja, la fama y la moral al HOF Fritzie Zivic.

Cuando en 1941 se difundió la noticia de que “un tal Freddy Cochrane” había ganado el campeonato mundial welter, se ponía de manifiesto que, entre el esplendor y la sombra tal vez la distancia sea imaginaria, que hay seres escogidos para hacer añicos lo anónimo ante lo sobresaliente en cuestión de minutos.

Cochrane llegó a la cima de una división en la que, hasta el momento, había brillado nadie más ni menos que Mickey Walker, el Bulldog de bolsillo; detrás del peleador que le ganó a Zivic estaba la historia de una carrera lenta y dolorosa, que no solo contaba quién no era, sino cómo podría ganar ante semejante reto. Pero Cochrane ganó, las apuestas se cayeron y nació una de las fantasías que han hecho tan atractivo al coliflorismo para tejer cuentos con base sólida y verdadera.

Fred fue mecánico y tabernero, de sangre irlandesa, que usualmente reñía con clientes que querían irse sin pagar bajo la máxima “si no pagas me las pagas”.

Como pugilista comenzó a firmar contratos en 1936 y se ganaba algunos dólares “caídos del cielo”, con la reputación de que no hubo, no puede haber nadie más destinado a la derrota que Cochrane, parecía brujería.

Perdía por gusto, daba la impresión de gozar el placer morboso por la cantidad de reveses, que no pudiera ganar una pelea fue una sentencia sobre el individuo. Una vez perdió más de 20 consecutivas, daba pena el rosario de derrotas del hombre.

Cuando le pusieron a Lew Feldman, tan deteriorado que casi boxea arrastrándose, según la crónica de Eladio Secades “perdió por milla y media”. Le ganaron Al Roth, Maxie Fischer, Benny Bass, Tippy Larkin 2 veces, Tony Morgano, Freddie Miller, Phil Bakery, Enrico Venturi, Pedro Montañez, Mike Pesky, que lo anestesió en dos rounds…

Cualquiera podría preguntarse ¿Cómo fue posible que alguien que se hubiera enfrentado a eminencias como las que nombré y a otros fuera un desconocido? Pues lo era, por la sencilla razón de que los peleadores cuya función es engordar records ajenos, servir de escalones fáciles a eminentes de la disciplina o como suplentes de última hora, por regla general no perduran en el recuerdo fanático ni en el de la crónica, quizás un hermano…Y ese era el trabajo de Cochrane hasta que le ganó a Zivic.

Freddie Cochrane llegó a la pelea titular en la división welter porque a Zivic le quisieron poner un contrario cómodo, débil, para proporcionarle una bolsa fácil, la peligrosísima PELEA ESPECIAL que, más de una vez, ha resultado el Waterloo de campeones o retadores de cartel.

El pleito fue preparado por Mike Jacobs en Newark y estuvo a punto de suspenderse porque Cochrane ¡TENÍA UNA MANO FRACTURADA! Las posibilidades del pelirrojo “ASPIRANTE” eran remotas casi nulas sin lesión, así que…y eso fue lo grande de la historia y lo grandioso del boxeador, porque, muchas veces, EL DIABLO SON LAS COSAS…entonces movieron la pelea de finales de Mayo a principios de Junio.

Como que Cochrane no podía cerrar la mano lesionada, el manager del retador se presentó en las oficinas de Jacobs en el Garden implorándole que corriera la fecha, el promotor accedió y la corrió hasta el 23 de Julio, que finalmente fue el 28 ¿Qué más se podría hacer? Pero con la complacencia también puso la del interesado a como diera lugar: “si no puede el 28 que me avise para poner a Davis…”

Más que por muchos ticquets vendidos y la fotografía de ambos impresa, a pesar del dolor inaguantable, el Rojo Cochrane no fue capaz de renunciar porque esa era la única oportunidad que se le presentaría y confirmó.

Freddy Cochrane era un peleador malo pero valiente, un hombre de oficio, así que, riéndose, le dijo a Jacobs que estaba bien y subió y ganó con una mano, un pugilista que no podía ni entablar con dos.

El caso es que todos los cronistas de New Jersey, el manager y el entrenador de Cochrane conocían el secreto de la condición del pugilista, que se sometía a tratamiento con masajes y paños calientes que ni bajaron la hinchazón ni mitigaron su dolor. Únicamente un milagro podía hacer que este peleador ganara.

Momentos antes de iniciarse el pleito, visitó a Cochrane en el camerino uno de sus mejores amigos y su consejero, el cura de la Iglesia Saint Mary Reverendo Thomas F. Conroy.

El gladiador le dijo al Padre Conroy que el estilo de Zivic era de fajador eminente, que no tenía idea de cómo contenerlo, entonces el hombre le respondió que, si no podía porque no sabía cómo, que utilizara el arma del campeón mundial, que se fajara con él…

Como que no le quedaba otro remedio, eso hizo Cochrane desde el primer round, se fajó, le cayó a palos a Zivic con una sola mano ante el asombro de todos los presentes, que presenciaron estupefactos y emocionados una de las más grandes sorpresas del pugilismo hasta hoy, además de una muestra de coraje singular en los anales de la disciplina.

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