NINGÚN BOXEADOR CUBANO TUVO UNA SOMBRA COMO GAVILÁN EN ROBINSON

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Por Andrés Pascual

Antes de que se me olvide, una vez leí en Cuba un pasaje de una crónica de beisbol amateur del Maestro Sergio Varona en El Mundo que decía: “El exceso de prosperidad no es, precisamente, el clima ideal para la producción periodística…”, depende Maestro, depende.

En cualquier lugar puede haber un joven sin miedo a la confrontación, consciente de su pobreza y capaz de matar solo porque se le mire “atravesado”.

Si pudieran localizarlo, si lo transformaran en un atleta, tal vez estaríamos en presencia de un campeón fenomenal, pero, en la actualidad, este tipo de muchacho se va por otro rumbo.

Tepito no produce boxeadores como antes, pero los jóvenes siguen naciendo allí, el instinto de golpear para descargar su ira de perdedor obligado continúa como sello de una juventud marginada y sin consuelo, tanto, que la vida le ha hecho cambiar el gimnasio por el tugurio y los guantes por una AK-47.

El ansia por ser un buen boxeador se está esfumando, por eso México sufre una peligrosa metamorfosis: decrecen los campeones, los gladiadores del 2do país en importancia para Fistiana, mientras aumentan los delitos, no importa si secuestros, asaltantes o pandilleros, sicarios de magnates del narcotráfico, esa legión “in crescendo” marcha adelante y el gimnasio medio vacío. Y nunca de la clase acomodada salió un boxeador ni de mediana terna, salvo el judío Mike Lee.

Para triunfar, el boxeador necesita acopiar tanto orgullo como humillación. Base del convencimiento: tiene que saber que, sin el boxeo está perdido en este mundo, que nada tendrá o lo perderá todo si no establece con seriedad el compromiso con el duro deporte.

Cualquiera pudiera ser boxeador, desde un camionero a un artesano, siempre que tenga las condiciones físicas para soportar el trainning y la inteligencia para asimilar las mañas que lo harán sobrevivir en el ring; tan importante, necesita el ansia para soportar castigo y el instinto, el ánimo y la sangre fría para infrigirlo.

Un prospecto del boxeo tiene que ser educado en brutalidad, tiene que ser capaz de mantener la bravura fraudulenta en el ring; a fin de cuentas, boxean contra desconocidos que no provocaron la bronca.

Los boxeadores buenos no tienen animosidad contra sus contrarios, no son sus enemigos y es más, los tienen como socios raros de un negocio extraño, capaces de entretener a nombre de otros interesados, que provocan una guerra entre dos que, la mayoría de las veces, jamás se han visto.

Los agentes de prensa de cada peleador son los encargados de crear el clima “de odio” que degenere en el espectáculo sangriento que veremos en el ring.

Hoy se preparan las peleas con títulos promocionales tan rimbombantes como ridículos. La palabra “guerra” es parte de la cartilla que llevarán cuando, en plan de viajeros, comiencen el itinerario propagandístico, por supuesto, todo es mentira; pero, a veces luce tan real, que dos pugilistas pudieran no entender la farsa e irse a las manos; como postre, el 60 % del público lo cree y se sienta a observar cómo morirá uno de los dos.

El nacionalismo, la raza, sugerida subrepticiamente y hasta la profanación de un símbolo patrio, como hizo Hopkins con la bandera de Puerto Rico, le sirve al mercader para vender la pelea a como le dé la gana, o sea, para crear la hostilidad que nunca existe.

Es el boxeo, el deporte verdaderamente más viejo del mundo que, si a las organizaciones, tan hipócritas como farsantes por lo de humanitario les diera la gana, como están haciendo con la tauromaquia, lo prohiben, que nadie lo dude.

Kid Gavilán primero fue “muerde y huye”, estilo que tanto se le critica a Rigondeaux; por la presión del público, porque boxeando así nunca le hubiera gustado al fanático americano, se lo cambiaron a peleador de cámara lenta en los pies; entonces se convirtió en un gran boxeador, porque tenía la resistencia para intercambiar sin temor a caerse noqueado por uno ó dos buenos golpes, durante una era en que el boxeo era más fiero, menos pagado y de mucho mejor técnica que hoy.

De Gavilán escribió el cronista Jimmy Cannon: “Es un tipo que puede hacer de cualquier pelea un acto espectacular, algo espectacular o totalmente decepcionante, porque es la clase de peleador engañoso por su personalidad, que descansa en sus peleas tan a menudo como se lo permita el contrario”.

Hasta hoy, no han existido muchos pugilistas como Kid Gavilán, por lo que he visto en tapes, por lo que he leído sobre él y por lo que incluso hablé con él, en muchos sentidos, fue/es el símbolo de un boxeador, de cómo debe ser un boxeador.

Sin las habilidades de Robinson ni la pegada de Tony Zale podía dejarse llevar por la corriente si el pleito no era importante, pero, si lo obligaban a pelear, peleaba como una fiera, en total disposición de recibir castigo y devolverlo sin misericordia.

El Kid cubano siempre estuvo en control de su valor, no se abandonaba a golpear a porque sí, sino que su capacidad excelsa de gladiador eminente dominaba sus acciones en el ring.

Tuvo suficiente técnica, ambición y estimación a sí mismo para llegar, pero se le olvidó de dónde vino y coqueteó con el muelle, que se parte cada vez que un hombre pobre, afortunado transitorio, se olvida del ABC de la vida y se confunde entre el relativo tumulto de clase alta, porque cedío al mimo o a la adulonería de potentados que se entretuvieron con él, como con un animal cualquiera en un circo de relativa decencia.

Kid Gavilán tuvo el valor personal para imponerse como boxeador, pero, tal vez emulando a Robinson, porque creyó que pertenecía a la arcilla con que diseñaron aquella máquina de boxear, se preocupó más por ser actor que por mantenerse en forma y se le olvidó que, para gente como él, un desliz no solo lo envía al suelo, sino que no podrá pararse y seguir como hizo cada una de las tres veces que lo tiraron.

Comments (1)

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  1. Boris says:

    Definitivamente Sr. Pascual en mi país está pasando lo que su crónica dice, los jóvenes se están enfocando en ganar dinero de forma mas fácil, exponiendo la vida y la integridad de sus propias familias.
    Espero pronto México vuelva a ser quien solía ser en el boxeo.

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