LA CARA “OCULTA” DEL MANAGER

Por Andrés Pascual

Lo del “Acta Alí” pareció un fake con el objetivo de intelectualizar un poco a la “abeja musulmana”, tanta basura, tantos gritos chapuceros y ridículos (algunos girando de pie alrededor de un judoka nipón acostado en la lona), tan payaso de circos de blancos pícaros y de negros oportunistas con intereses asfixiantes…entonces era necesario ponerle el sellito “puede ser inteligente y serio”, y le regalaron una ley dudosa en cuanto a su modernidad, porque, durante los 50’s en Cuba, el promotor Cuco Conde no podía ser manager de peleadores por la prohibición de la dualidad.

El regalo lo facturaron “confecciones Alí” para que la gente lo relacionara con “bueno, pensador y preocupado”, no por sí mismo, porque, por su propia imagen deplorable de campeón destruido físicamente, que impuso la barbaridad del boxeo por la estupidez de un troglodita que se dejaba pegar a mansalva por la cabeza como parte del guión escrito por sus “manejadores”, no es admisible su caso; contra esa trastienda visible que fue su deplorable foto tembloroso con cara de angustiosa estupidez fuera de la realidad no pudo, sino reflejar la política más demoledora contra el boxeo como solo pueden ratificar las muertes en el ring.

La diferencia entre un pelotero, un baloncestista y un pugilista radica en que los dos primeros saben lo que ganan, si son buenos pueden vivir bien y asegurarse el futuro con un ripio de sentido común, a pesar de que le quiten dinero los controles federales por concepto de impuestos como a todo el mundo; sin embargo, todo lo que hace el boxeador, casi regla general, es pagarle a alguien y al final no tiene idea de cuánto le quedó, entonces gasta, sigue gastando sobre cifras irreales y se pasa y puede concluir sin un centavo, viviendo en hogares de ancianos o de la caridad pública, como Joe Louis y el propio Alí, que vendían su presencia para “desviar la atención” de la pobreza que los asfixiaba, a pesar de…aunque a Alí lo convirtieron en embajador de “la peor voluntad” de todo cuanto pudieron los otros pícaros políticos perniciosos.

La realidad es que un manager de boxeadores no puede trabajar gratis, porque el peleador no puede boxear desnudo, necesita ropa, guantes, bata, zapatillas, también entrena en un gimnasio y lo prepara un trainer, necesita comer… hoy hasta conjuntos musicales contratan y turbas de dudoso paisanismo para apoyarlo, lo mismo en el ring durante la acción, que, si conmociona y se sale del marco del show, hacer efectiva la presencia pandillera, entonces subir a defender “la esquina del social como sea”.

Desde hace mucho rato un manager puede atender a varios peleadores, igual que su trainer, desde esa época, tal vez los 20’s del siglo pasado, se producen las quejas de noveles y coristas molestos porque el manager y el trainer no los personalizan como creen que debe ser, porque atienden con mucho más interés al estelarista, pero esa es la ley de la vida, en el boxeo el dinero grande no lo hace un novato sino hasta que logre estelarizar, si es que llega…

Ted Caroll fue un historiador de The Ring del “buen tiempo ido”, que en una edición de la Biblia del Boxeo se refirió a “lo mucho y bueno” que podía hacer un manager por un pugilista de aquella época (los 20’s hasta…), que inspirara y protegiera; según el cronista, en Estados Unidos, un manager significaba “elemento de recursos, de contactos sólidos, de intereses ligados a otros intereses de las empresas poderosas…”. Hoy es el promotor, el manager no pinta ni la fachada del negocio.

Y sí, en el andamiaje del boxeo es el pugilista quien recibe los golpes, sin embargo, el dinero le llega inteligentemente (yo diría que pícara), fraccionado.

Hasta hoy el peleador lo ha pagado todo, incluso lo inverosímil, antes (hoy no sé), recibía mermas de su bolsa por un misterioso concepto de “protección”, que, con un poco de suspicacia, tal vez se deba entender como derivado de las utilidades del anillo gangsteril que ¿rodeaba? al deporte.

Sin embargo, de aquellas fotos en blanco y negro de las firmas del contrato de dos boxeadores para una pelea con el apoyo de ambos managers, hoy, como por arte de una magia muy atípica, la cara del boxeador es la del promotor en funciones, lo que supone que, a nadie le deben caber dudas, los promotores de hoy, con más dinero que lo que jamás han recaudado todos los programas estelares de Las Vegas, sean los que, tras bambalinas, dirijan las operaciones de los pugilistas.

El manager actual no oculta su cara, sencillamente no tiene, porque, como antes, sustituye la verdadera, la del promotor, o “ayuda” como “co-manager”, sin ningúna importancia real, a esconder la violación, que se ha sostenido desde que existe los managers y los promotores, a pesar del Acta Alí, que es sino un documento de barniz para un asunto tan sensible.

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