Gamboa vs. Crawford / Ortodoxia sobre excentricidad

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(Foto cortesía: CHRIS FARINA / TOP RANK)

Desde los albores de la existencia humana, siempre han convivido dos elementos en la sociedad: lo normal, lo cuerdo, y lo socialmente aceptado por un lado, y lo novedoso, lunático y extraño por el otro; siempre que en nuestro acervo cultural ha surgido una norma, o una escuela, poco o nada ha tardado esta en ser fracturada y reinventada ya que la creatividad es un organismo vivo e irreductible, que jamás deja de crecer y de retar a lo establecido.

Sin embargo, lo normal es que la ortodoxia, al menos en un principio, siempre se imponga, ya que está consolidada y en muchas ocasiones, se erige como un muro insuperable para aquel genio que ha tenido la osadía de retarla.

Anoche asistimos en Nebraska a uno de estos choques de escuelas entre un boxeador técnico, de estilo previsible pero efectivo, como lo es Terence Crawford (23(16)-0-0) -derecha-, y un púgil caótico, explosivo y colmado de incertidumbre como el cubano Yuriorkis Gamboa (23(16)-0-0)-izquierda-.

Nueve asaltos tardó la sobriedad en doblegar a la imaginación. Nueve asaltos necesitó Crawford para imponerse por KO a Gamboa y retener su cetro WBO del peso ligero. En tan solo nueve asaltos, la realidad devoró al cubano.

A veces cometemos, y escribo cometemos porque me incluyo en el mismo saco, de creer que en tener talento va implícito el éxito. Es conspicuo que sin talento, desenvolverse en una disciplina, la que sea, resulta imposible, pero con trabajo, se pueden compensar estas carencias.

No siempre se impondrá el virtuoso, y el boxeo, un deporte en el que cualquier mano puede cambiar el cariz de una batalla, no escapa a las redes de estas reglas; solo con esfuerzo y sacrificio el talento alcanza el sentido de su existencia, y aquel que solo dependa de sus virtudes naturales para obtener victorias, quedará más en lo que se vislumbra que pudo llegar a ser, que en lo que realmente fue.

Lamentablemente, y viendo la regresiva progresión de su carrera, me veo obligado a meter a Gamboa en este saco. Un talento puro, un púgil impresionante, con la capacidad de ser el mejor libra por libra, pero que no pasa de ser un buen boxeador incapaz de reaccionar ante un campeón invicto, sí, pero de lo más mundano.

Para todo deportista la actividad es importante. Ausencias de un año sobre los ensogados se pagan, y como lo sabe cualquier profesional, por muchos sparrings que se hagan, las sensaciones dentro del cuadrilátero son muy diferentes a los entrenamientos.

Por culpa de sus problemas personales, Gamboa hasta anoche, llevaba este mismo periodo de inactividad, y sin embargo, en lugar de hacer un combate para recuperar ritmo, se decantó por retar a un reciente y desconocido campeón mundial de buena carrera amateur como Terence Crawford.

A posteriori, un error, claro, pero si somos sinceros, Gamboa posee el boxeo necesario para, sin estar en plenas condiciones, resolver casi cualquier combate. El problema llega cuando tu rival cuenta con unas capacidades notables en el desplazamiento y la precisión de golpeo, además de soltura para cambiar de guardia y desorientarte. La noche se cierra, y la luz desaparece.

Gamboa tuvo una actuación lamentable, desapasionada. Muy estático de piernas, como es habitual por otra parte, no trabajó al americano, y tan solo con puntuales arranques de talento, lo puso en algún aprieto. Su dominio inicial fue un espejismo. Crawford lo estudió en los primeros rounds, y luego de cambiar a southpaw, tuvo vía libre para conectar su izquierda con una facilidad pasmosa.

Cada vez que Gamboa se lanzaba al ataque, lo hacía de manera descarnada, completamente desguarnecido, un caramelo para un boxeador del nivel técnico del campeón. Como es lógico, Crawford tuvo algún problema con las eléctricas combinaciones de Gamboa, pero salió airoso para en el quinto, derribarlo con una terrible izquierda.

Mas Gamboa se repuso, y en el sexto, buscó regresar al combate con fiereza, empujando al campeón contra las cuerdas y soltando muchas manos. Crawford resistió, y fue entonces cuando terminó el combate. De nuevo ortodoxo, abogó por trabajar con el jab y aprovechar la inexistente defensa de su rival para granjearse una victoria que no tardaría en llegar.

Muy bien de piernas, Crawford esperó a que Gamboa lo buscara para derribarlo dos veces en el octavo y la definitiva en el noveno. Así, retenía su cetro de campeón mundial, y sumaba la primera derrota en el récord del cubano, rompiendo pronósticos y sembrando dudas de cara al futuro.

El mayor pecado de Gamboa, sin lugar a dudas, es su actitud. Pelea a rachas, sin poner trabajo, lo que se traduce en que tenga segmentos brillantes durante sus combates y otros de incomprensible parsimonia. En el pugilismo actual, combatir sin piernas es como ir a a la guerra sin fusil, acabas en la lona, y si el cubano pretende seguir formando parte de la élite, deberá replantearse si es suficiente buscar combinaciones aisladas sin desgastar al contrincante.

Dentro de lo posible, vi a un Crawford cómodo, que controló el combate y que supo cómo buscarle las cosquillas a su rival. Esta victoria le abre las puertas de las grandes citas. Es un boxeador interesante, técnico e inteligente. El futuro puede ser luminoso para él. En cuanto a Gamboa, lo primero, que no espere otro año para combatir, y después se verá si gente como Mikey García está dispuesta a porfiar con él en un cuadrilátero. Un cordial saludo.

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