COMO PRIMO CARNERA NADIE…NUNCA

carnera suelo max bear

Por Andrés Pascual

En este país se justifica como en ningún otro la frase “puede correr, pero no esconderse”. La realidad es que, si no es usted quien sufra el rosario de escarnio que pudo haber hecho de su vida el titular permanente en el grupo de indeseables, pillos o fronterizos de imagen pública interesante, será su familia quien reciba el disparo de bochorno por sus acciones, cuando un periodista o algún resentido, que conoció “sus interioridades” por confianza errática, escriba el libro o habilite el capítulo maldito, suficiente para que sus descendientes directos no duerman con tranquilidad más nunca.

A principios de los 50’s circuló un magazine boxístico, al cual mi padre estuvo suscrito en Cuba, que fue un altar a los escándalos en los pasillos de Fistiana: FIGHT no tuvo compasión con nadie del entorno que “hubiera metido la pata” o que “lo hubieran salpicado”; la revista dependía de un grupo de reporteros con chispa, capaces de investigar los manejos sucios y las actuaciones decadentes desde la época en que el boxeo respondía a las Reglas de Londres. Ni los chismosos de la prensa que “vivían” frente al apartamente de Greta Garbo para lograr la foto que los catapultara a la fama y les reportara el billete para un MG eran tan dedicados, tan seguros ni tan creíbles.

Si existió un boxeador con el que FIGHT se ensañó fue con Primo Carnera (foto rodilla en la lona contra Max Bear), el gigantón italiano que logró el campeonato mundial pesado por obra y gracia de los raqueteros de entonces.

A Ed Linn, miembro preciado de la redacción, le encargaron investigar y sacar a la luz pública lo que se sabía y lo que no se conocía sobre un hombre que demostró ser un patriota valiente, miembro de la resistencia antifacista en su país.

Desde el debut del mastodonte en el Madison Square Garden, el escándalo “socializó con normalidad alrededor del boxeador; tal vez el primer acto del sainete fue exagerar la anatomía de Carnera más que sus 6’7 pulgadas y 275 libras, contratando a los seconds más pequeños a mano en el mercado, que daba la impresión de que el hombre se movía como una versión ridícula de Gulliver en el País de los Enanos.

Bajo supervisión de su manager, el francés León See, a Carnera le exageraron su fealdad natural con un protector bucal mucho más grande que la medida de su boca, con el que trataban de convertir la mueca grotesca de retrasado mental, en el gesto agresivo y hambriento de un animal salvaje y desconocido.

El contrincante de Carnera la noche del debut fue un menos que corista de nombre Big Boy Patterson, que cayó 4 veces en los primeros 70 segundos de pelea y terminó acostado, con los brazos en cruz y espasmos estomacales por el hambre.

Según Linn, Primo Carnera estaba enfermo de las glándulas, reaccionaba como un niño y su mandíbula era de cristal, un verdadero fenómeno de la Naturaleza.

Las peleas en que participó el italiano dejaron en fondo 3 millones de dólares y no ganó ninguna de ellas en buena ley.

Cuando perdió todo el interés que le habían fabricado lo dejaron solo, sin protección; el 27 de marzo de 1936, lo llevaron a un hospital de Brooklin en tan mal estado de salud que casi muere.

En otra ocasión recibió una sospechosa golpiza y lo internaron en un centro de beneficencia; a consecuencia de la agresión quedó paralizado del lado izquierdo. Durante la rehabilitación y la convalencia no recibió visitas ni dinero ni una miserable nota de consuelo.

Después de la guerra se hizo rico en el negocio de la lucha libre, pero, en más de una oportunidad, le confesó a cronistas o a quien le preguntara que, durante su etapa como boxeador, nunca vio 500 dólares juntos.

En una oportunidad el Sindicato presentó a Primo en Oakland contra un bulto llamado Bombo Chevalier, el arreglo rezaba que el paquete se tirara en la primera oportunidad posible.

Sin embargo, la víctima confundió el compromiso e intentó una insubordinación por cuenta propia y a riesgo, entonces se movió, boxeó y desconcertó al peleador, muy lento ante un contrario que no podía ejecutar ni fintas defensivas bajo palabra y santo compromiso.

A medida que corrían los rounds, la esquina del italiano se desesperaba y miraban con gesto entre imploratorio y agresivo a la de Bombo, en tanto, el temerario individuo conectaba derechas e izquierdas a la cara de Carnera, hasta que un individuo de aspecto tenebroso se apareció en la esquina de Chevalier, le dijo un par de palabras a su manager y, en el próximo asalto, el tipo esperó al protegido con las manos en su cara, dispuesto a recibir sin chistar todo lo que le enviara el ganador con etiqueta de acuerdo previo inviolable.

CUANDO CAYÓ Y EL REFERÍ INICIÓ LA CUENTA, EL HOMBRE PROTESTABA DICIENDO QUE ESTABA CIEGO, SEGÚN LINN, SUS SECONDS LE HABÍAN ECHADO RESINA EN LOS OJOS.

Lo mismo sucedió con Ace Clark, un boxeador negro de buena pegada, que no quiso entender la razón por la que obtuvo el combate y se puso a cazar a Primo y a golpearlo con fuerza, mientras esquivaba lo poco y desorganizado que Carnera le tiraba, hasta que un individuo lo llamó dos veces: “Ace, Ace, mira pa’bajo”, cuando el “olvidadizo” miró, el individuo se corrió la solapa del traje y le enseñó, bien enfundado, el Smith and Wesson 38 que hubiera decidido en el verdadero último round de haber sido necesario.

George Godfrey fue uno de los mejores peleadores de su época que, nadie lo dude, fueron las mejores 3 décadas de la historia del boxeo hasta hoy, los 20’s, los 30’s y los 40’s, porque, en este deporte, no se ha hecho ningún descubrimiento inservible de parte de “sabios” para engatusar al fanático, como en el beisbol la grama, las almohadas en las cercas, valga la reduncia, más cercas, o la pelota viva y el rosario de clubes que asfixian y con cantidades de dólares dignos de cuentos de la Edad Media, cuya verdadera intención es arrasante por la ausencia del profesionalismo y la moral necesarias para mantenerlo en el sitial que merece.

Sin embargo, las llamadas medidas para humanizar al boxeo, además de… funcionan como contribución más que generosa a devaluar la nota del pugilismo actual con respecto al pasado, ya que no es posible que paren una pelea por nocao técnico, porque un peleador recibió un impacto recuperable, ni que entre el 85-90 % de los peleadores de hoy presenten, desde el debut y los mantengan, errores elementales, de kindergarten, durante toda su carrera.

Entonces el side-step, el waving y el desplazamiento sobre el ring lo ejecutan dos ó tres pugilistas como Dios manda y la ciencia del deporte se supone que imponga. Todos esos detallitos “sin importancia” para un público “sui generis”, formaban parte de la cartilla de los iniciados desde el primer día de asistencia a la Academia cuando el “buen tiempo ido”.

Regresando a Godfrey, que, lo dije antes, fue de los buenos peleadores de su época y, como tantos otros, vivió atrapado por alguna maldición que lo inutilizaba para que le sobrara lo suficiente para comprarse un sombrero, que boxeó y murió sin un medio, calificó de confiable para la “cosa nostra” y aceptó un pleito arreglado contra Primo…

La encomienda era que debía tirarse con un golpe sólido de Carnera, como pasaban los rounds y el impacto convincente no llegaba, decidió por cuenta propia en el 5to, le dio un “foul” a Primo y lo descalificaron.

Después del bout, un grupo de cronistas lo visitó en el camerino, cuando le preguntaron sobre el punch del vencedor, miró a todos lados y dijo: “NADIE ME HABÍA PEGADO ASÍ ANTES…NADIE”. Recostado a la pared de una esquina, un miembro del Sindicato escuchaba “orgulloso” la declaración del pugilista.

Tal vez el único peleador que se aproximó a Primo Carnera en resultados arreglados fue Young Stribling, que lo manejó su familia; según leí en Cuba, alrededor del 80 % de las peleas que ganó fueron a pala limpia.

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