Cinturón de Oro… ¡A toda máquina!
México, D.F. – Ha concluido el torneo del Cinturón de Oro en su IXX edición en el Salón José Cuervo y con ello a la mente llegan las películas “A toda máquina” y su continuación “¿Qué te ha dado es mujer?”, las cuales fueron protagonizadas -¡Y de qué manera!- por Pedro Infante y Luis Aguilar.
Y claro que ya se preguntarán que por qué tal asociación. Bueno, pues porque tales obras de arte dirigidas por don Ismael Rodríguez, aun sin cambiarle la mínima parte al guión, la historia de aquellos dos motociclistas, bien puede ser situada en cualesquiera de las etapas del H. Escuadrón Acrobático de la policía capitalina.
Sin importar que sea en el tiempo de los generales Daniel Gutiérrez Santos, Ramón Mota Sánchez o Arturo el “Negro” Durazo, los nombres de Pedro Chávez Pérez y Luis Macías Valadez, pueden ser ambientados allí aun sin cambiar un sólo diálogo… como de similar manera, a los nombres de los flamantes campeones del Cinturón de Oro, también se le podría dar cabida en cualesquiera de las 19 ediciones de la también llamada “Fábrica de Campeones”.
Y así como el talento cinematográfico de Ismaeel Rodríguez dio para que “A toda máquina” y “¡Qué te ha dado esa mujer”, constituyan una inviolable joya de la llamada Época de Oro, pues el el criterio del promotor, Luis Fernando Ramírez, ha sido el pilar para que el Cinturón de Oro conserve la inviolabilidad en su prestigio a través de 19 años y de todos los que estén por venir.
La fórmula de Ramírez es sencilla, pero tan valiosa como el numen de Rodríguez:
-Los participantes se enrolan por orden cronológico.
-El factor suerte viene a ser el “matchmaker”, ya que se realiza un sorteo entre 180 púgiles y “de ahí pa´l real” es neta y pura eliminación directa hasta la gran final.
De tal manera que, ¿dónde está el favoritismo, el compadrazgo y la “dedocracia”? Nada complicada es la receta que sigue Luis Fernando Ramírez, la cual hasta se podría calificar de “elemental”. Sin embargo, tristemente tal “elementalidad” es tan escasa entre los organismos que rigen a la “dulce ciencia” y lo que de su manga -sin decir “agua va”- suelen sacar, que más que ineficacia, en ocasiones más bien se acusa retraso mental.
“Quiero dar las más sinceras gracias para los mánagers, peleadores, público y los medios de comunicación por el apoyo brindado para llevar a cabo esta IXX edición del Cinturón de Oro”, expresó de manera pausada aunque sin alcanzar a ocultar la emoción, Luis Fernanndo Ramírez, quien a su vez se auto definió como “un simple servidor de todos ustedes… un servidor del boxeo… y para seguir siéndolo, se debe aportar lo mejor de sí para la venidera edición XX del Cinturón de Oro”.
Y bueno, viene a ser fortuna para los “Rings del Altiplano”, que los nombres de Esteban Bermúdez (minimosca), Hugo Guarneros (mosca), Víctor Manuel Juárez (gallo), Rodrigo Hernández (pluma), Antonio Morán (ligero) y José González (welter), alcancen a ser situados en planos metafóricos como lo son los del “Ídolo del Pueblo” y el “Gallo Giro” en el Séptimo Arte.
Y estos mismos noveles monarcas, igualmente pudieran ser situados tanto en la “trama” de la décima edición del Cinturón de Oro en el 2004, como en los episodios revolucionarios a la par de Pancho Villa y su División del Norte, la cual llegó a ser el ejército insurgente más grande de Latinoamérica y que… qué es probable que usted Srita. Lectora y Sr. Lector, ya se estarán preguntando que qué tiene que ver una cosa con otra, y quizás ya sospechen de un “desvarío editorial”.
Bueno, para satisfacer su curiosidad, es válido hacer una efemérides del artículo “Generalillos desde chiquillos”, que data de nueve años atrás, allá cuando el “Salón Cuervo” era llamado “Salón 21” y la corresponsalía en esta área metropolitana -igualmente bajo la tutela de don Fernando Páramo- se efectuaba para el semanario Impacto-USA, editado en Long Beach, California.
“Generalillos desde chiquillos en el Salón 21”
México, D.F. Julio de 2004.– El arrojo suicida en cada carga de caballería fue lo que distinguió a las huestes de Francisco Villa, por el resto de los demás ejércitos en los álgidos episodios de la Revolución Mexicana. Los famosos dorados legaron a ser temidos por ser muy dados a pasar “machamente” por encima de las trincheras enemigas y sus bríos muy propios de los rancheros del norte, contrastaban con generalmente con los de los soldados federales -enrolados por leva- que estaban poco hechos para la lucha y que en su mayoría habían sido arrancados del fecundo campo mexicano del sur.
Pero, al parecer no eran solamente el físico pétreo de los villistas y las arengas del “Centauro del Norte”, lo que animaban en la División del Norte a ejecutar ofensivas en las que la vida cabalgaba al filo de la navaja. Había una razón extra y esa da explicaciones por sí misma, allá en 1920, cuando el Gobierno pactó la paz con aquel turbulento personaje que es soberbio símbolo de aquel movimiento armado.
Siendo presidente interino de la República Mexicana, don Adolfo de la Huerta, el ingeniero Elías Torres se dio a la tarea de convencer a Pancho Villa a deponer las armas. De loable debe calificarse la labor del ingeniero Torres, ya que él actuaba netamente de motus propio, es decir por cuenta propia y lo único que ambicionaba era la pacificación del país.
Después de muchas y largas idas y venidas, por fin Villa accedió a entregar el armamento en Sabinas, Coahuila. Allí, alrededor de 800 hombres a la par de su jefe negaron ser rendidos, ya que según ellos era el Gobierno el que “se les unía”.
Tal ejército era el más peculiar de todos cuantos ha habido en México y el mundo entero, ya que en él militaban 10 generales de división, aparte de Francisco Villa. Pasaron revista más de una treintena de generales brigadieres y de brigada; la cantidad de coroneles sobrepasó al ciento y entre mayores y tenientes coroneles, se contaron casi 200. Los capitanes, tenientes y subtenientes, formaban un grueso aproximado de 350, y los sargentos y cabos, eran una minoría que apenas oscilaba en la cifra de tres dígitos… Y el resto, que no llegarían a cien, eran los soldados rasos.
Poco funcional se podría advertir durante las hostilidades, a un ejército con tantas águilas, estrellas y barras; con pocos galones y casi inexistentes elementos de tropa y asalto. Sin embargo, de acuerdos a las crónicas, en el frente de batalla, “no existían los grados entre los dorados” y hasta el mismo Villa ponía el ejemplo, al entrarle a la línea de fuego como cualquier otro soldado.
Empero, habría que afirmar que los grados sí existían en las trincheras villistas y que parte del valor desmedido de aquellos hombres, se lo debían a la insignia de honor, con la cual por algo los habrá ascendido el “General de generales”.
Y ese grado merecido entre balas de fusil y ametralladora, y entre obuses de cañón y cascos de granada, debió haber sido un estímulo excepcional en la carrera militar de cada uno de ellos… Como también lo ha venido siendo la presea del “Cinturón de Oro”, que otorga la “Fábrica de Campeones” a los púgiles que contienden a cuatro rounds, y que para muchos, debido a que son noveles dentro de la Fistiana, vendrían a ser algo así como peleadores de “tropa” o boxeadores “con grado” de soldado raso.
Sin embargo, estos jovencitos se ganan el pan de cada día en un frente de batalla y una trinchera de doce cuerdas. Allí aplican su talento bélico con artillería jabeadora, bombardeos de uno-dos y cruzan fuego ametrallando con sus combinaciones.
Por sus méritos combativos y después de una eliminatoria, los que alcanzaron a ser condecorados con el Cinturón de Oro al asalir airosos el pasado jueves 22 de julio en el Salón 21 de la colonia Polanco, tienen ya con ello un aliciente extra en su carrera profesional dentro de la “dulce ciencia”.
En su etapa de principiantes, han alcanzado ya un ascenso dentro del enorme ejército de pugilistas, que como los dorados de Villa, también se la rifan “machamente” contra el adversario y para llevar el gasto a casa.
La función en la que estuvieron presentes Lupe Pintor y Rafael Herrera, resultó de buena calidad y las premiaciones emotivas. Por medio de sus representantes, se le hizo un reconocimiento por el apoyo brindado tanto al Grupo Modelo como al Salón 21, entre otras entidades, y el Dr. Horacio Ramírez Mercado, también recibió un justo y enésimo homenaje por su labor.
El reconocimiento por parte de la H. Comisión de Box y Lucha Libre Profesional del D.F., a los señores Luis Fernando Ramírez de MVS-TV y don Raúl Cruz de R.R. Productions, fue sin duda el más significativo de todos, ya que se trata más que nada de reconocer no solamente el apoyo, sino que además al trabajo -y nada fácil- de organizar el torneo del Cinturón de Oro, el cual con ésta, llegó a su décima edición.
Gracias a ellos, que son las cabezas de la promoción, el área metropolitana ha gozado de continuidad en las funciones de boxeo en el Salón 21. Loable y titánica labor tanto de Ramírez como de Cruz, si tomamos en cuenta la crisis económica, deportiva y hasta depresiva que se vive en los cuadriláteros de estos lares. Es por ello que estos dos jerarcas del “estado mayor boxístico”, de sobra tienen merecido el ser condecorados y ante ellos, a la voz de “¡Fírmes!” les ovacionamos y saludamos, la inmensa tropa del boxeo.
La sensación del Cinturón de Oro
La sensación del torneo del Cinturón de Oro, es y con todas sus letras, el veracruzano Juanito “Churritos” Hernández, quien dio cuenta en el primer round del capitalino Oscar Saturnino, en pleito pactado en la categoría de peso paja (105 libras).
Oscar Saturnino -dirigido por Miguel “Ratón” González- alcanzó a mostrar buenas hechuras, sin embargo el “Churritos” Hernández materialmente lo arrolló con una velocidad de puños un tanto fuera de lo común.
Con guardia fuerte y obedeciendo las indicaciones de su entrenador, don Rodolfo “El Indio” Aguilar, Hernández aplicó relampagueantes combinaciones y soberbios ganchos al hígado sobre la humanidad de Saturnino. Éste visito la lona en tres ocasiones y en las postrimerías del episodio, fue decretado por fin el nocáut efectivo.
Desde ya, se asoman en Juanito “Churritos” Hernández, cualidades necesarias para disputar una corona del mundo. Ahora, únicamente le queda de tarea cumplir con las más importantes: disciplina y responsabilidad.