Una exageracion de Nat Fleisher
Nat Fleischer es un elemento importante en la construcción del mito Jack Johnson.
Nat Fleischer fue una autoridad en asuntos de pugilismo: en 1922 fundó The Ring con algunos inversionistas, uno de ellos, el famoso cronista de beisbol y boxeo Dan Daniel. En 1929 adquirió la mayoría de las acciones del magazine. Escribió 57 libros sobre Fistiana y publicó en más de 60 periódicos de todo el mundo. Con la excepción de Hank Kaplan, fallecido en Miami hace pocos años, nadie ni supo ni sabe tanto sobre “el arte de dar y que no te den” como el fundador de “La Biblia del Boxeo”.
Sin embargo, con meridiana rutina, entre los fanáticos, los críticos, los analistas, de toda la legión que se encarga de la actividad deportiva por disfrute personal o por actividades de trabajo, se manifiesta “el síndrome especial del enamoramiento de un atleta” que, no contentos con “el embrujo personal que les flechó”, pretenden imponerlo, a veces, para siempre…
La atracción hacia un boxeador por regionalismo, nacionalismo o por lo que sea, no está mal de parte del público; incluso, cuando el cronista es uno más, poco importa; pero, si el individuo se llama Nat Fleischer, por su autoridad, por su fiabilidad y por la sacrosanta justificación de “bueno, lo dijo el Maestro, así que…” cualquier opinión, a la luz de la historia, debe manejarse con tanto cuidado como a la genuina porcelana china en caja de cartón.
Algunos que ni han visto las peleas de Jack Johnson en películas viejas, se arriesgan a considerar al Gigante de Galveston como “el mejor completo de la historia”, porque lo dijo Fleischer…
Johnson fue un gran peleador de principios del siglo pasado, resistente, rápido y de buena pegada, completo para el estilo y la técnica de la época, pero, aun en esos tiempos, lo mejor libra por libra fue Joe Gans, el antecedente único y directo de Sugar Ray Robinson.
Todavía en 1958, concluida la carrera de Joe Louis, quien debe ser considerado el mejor pesado de la historia, Fleischer continuaba con la referencia a Johnson como lo mejor de su división.
Porque los tiempos eran así, Jack Johnson enfrentó a muchos peleadores a los que superaba en peso, en proporción más que generosas, con el resultado de que disminuyó su clase y elevó la de aquellos contrarios, casi alfeñiques a su lado que, algunos, le dieron un gran dolor de cabeza: 4 pulgadas de estatura o más y 30 y más libras por encima del que dio el oponente en la romana.
El 19 de mayo de 1909, Filadelfia Jack O’Brien cayó tres veces, se paró y siguió aguantando, la pelea se decretó “no decisión” en 6 rounds (162 libras O’Brien, 205 Johnson). Por el abuso del de Galveston y por el valor del cuáquero, los jueces decidieron no darle una pelea que ganó en el ring.
Stanley Ketchel subió el 16 de octubre de 1909 pesando 165 libras, era el campeón peso mediano y le apodaban el Asesino de Michigan por su instinto fiero y agresivo. El campeón pesado llevó la báscula a 205. En el episodio # 11, el retador lo adivinó a la mandíbula, Johnson cayó, se levantó y ganó por nocao el pleito a 20 vueltas.
En 1906, el 26 de abril, Johnson le ganó por fallo judicial a uno de los más grandes boxeadores de la historia, el welter original y mediano apurado, Sam Langford; la pelea, controversial, dejo en dudas la honestidad del veredicto: para más de uno, el tremendísimo peleador que nunca fue campeón y peleó ciego su último combate, ganó en el ring.
Langford subió con 20 libras y 5 pulgadas menos; el ganador no quiso ofrecerle la revancha por la cantidad de golpes que recibió y, quizás, temió caer ante un contrario mas guapo, más codicioso, más pegador y más boxeador que lo que él mismo era.
En el volumen 4to. de Black Dynamite, Fleischer escribió que “…Johnson poseía todo lo que un campeón necesita: instinto, habilidad, velocidad, punch…”, pero esos son los atributos de cualquier inmortal del boxeo, por tanto, una exageración atribuírselos a uno en específico por simpatía conveniente.
Jack Johnson no pudo imponerse por nocao a varios peleadores a los que aventajó en peso y estatura. Y, contra lo que escribió Fleischer, sus reacciones eran tardías, como varios del tiempo actual y Primo Carnera, que no es más que decir que tardaba algo más que lo prudente para darse cuenta de que, a ese que lo agredía, tenía que responderle con la misma moneda…