“Dios me dio esta enfermedad para recordarme que yo no soy el número 1, él es el número 1” ‐ Muhammad Ali
A veces Dios no tiene que ver en nuestras circunstancias porque muchas veces lo que pasamos son consecuencias de nuestras acciones. En el caso de la enfermedad de Ali, él extendió su carrera más de lo debido y recibió golpes que detonaron en su condición. Su médico personal le indicó a Henry Cooper (amigo de Ali) que recibir tantos golpes en la nuca destruye el proceso del cerebro dar órdenes al cuerpo.
Si se hubiera retirado tras vencer a George Foreman, habría cerrado con broche de oro una gran carrera realizando una hazaña histórica que perdura eternamente en la historia del deporte, pero recibir los poderosos golpes de Earnie Shavers, Ron Lyle y la paliza a manos de Larry Holmes sin duda es algo innecesario y peligroso.
Hay cosas que Dios las permite por algún propósito, pero hay otras que es responsabilidad del individuo, pues la vida también es causa y efecto, pero es sabio reconocer la grandeza de Dios aún en casos así.