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Pair of leather boxing gloves isolated on white

El boxeo empieza con sueños y termina con cicatrices. Se entra con hambre, con ilusiones, con el corazón lleno de gloria y el alma creyendo que nada podrá romperte. Pero el tiempo enseña que este arte también sangra. Aquí no hay justicia. El boxeo es una carrera corta, tan breve como cruel.

En algunos casos te da fama, dinero y aplausos, pero te roba la salud, los años, los recuerdos y hasta la sonrisa. Cada golpe deja algo tuyo atrás. Pierdes visión, pierdes reflejos, pierdes amigos.Y cada vez que subes al ring estás apostando tu vida, mientras otros apuestan dinero. El público grita tu nombre cuando ganas, pero cuando caes, te entierran con silencio. Quieren espectáculo, no sacrificio. Quieren sangre, no historia.

Y los mismos que hoy te llaman “campeón”, mañana se ríen cuando ven tu derrota en cámara lenta. El boxeo no solo te rompe el cuerpo, también te rompe el alma. Te enseña a confiar en gente que solo te ve como negocio, a sonreírle a quienes te usan, y a fingir que todo está bien mientras sangras por dentro.

Y cuando crees que estás arriba, llega la factura, el cuerpo destruido, la cuenta vacía, la mente llena de sombras y recuerdos de los que ya no están. Porque este deporte te da todo para después quitártelo sin aviso. Te da gloria un segundo, te deja solo por el resto del camino.

Los fanáticos desaparecen, los “amigos” se borran y las luces que te hacían brillar solo sirven para mostrar tus heridas. Y al final, cuando las manos ya no responden y el ring queda vacío, solo queda una pregunta que nadie puede responder, ¿valió la pena? Porque el boxeo no solo forja campeones,también fabrica fantasmas. Y cada fantasma que deja atrás lleva el nombre de alguien que lo dio todo por un sueño que le devolvió cicatrices.

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