Una historia donde el deporte del mamporro cambio la brecha de perdición por una de orgullo
Por Jaime Estrada vidaboxeo@cox.net
¿Quien dice que el boxeo no encanta? La prueba viviente que este deporte si prende es la historia de Victor “El Vikingo Terrazas quien es producto de los barrios bravos de Guadalajara, donde el vivir marginado es motivo de frustración y depresión y se tiene uno que adaptar para medio sobrevivir en un ambiente hostil, donde el más fuerte quiere ejercer su ley como lo hacen los animales en su jungla, su entorno. Victor vivía en el clásico hogar de gritos y maldiciones entre sus padres, por lo cual se fue haciendo una llaga de resentimiento en su alma porque no podía hacer nada y callaba su penar, pero nada comparado con el día que su progenitor se fue hacer vida con otra compañera y su mamá al igual, con morral al hombro se fue sin rumbo fijo, y de la noche a la mañana Victor a sus ocho años de edad se quedó sin padre ni madre, prácticamente un huérfano más en la calle. Su cama eran las frías y duras bancas en los parques y cuando tenía suerte se quedaba en casa de amigos que sus padres le tenían un poco de compasión. Sus otros dos hermanos no sufrieron tal situación porque ya estaban lejos con otras familias que los acogieron. Victor empezó su viacrucis rascándose con sus propias uñas y las riñas callejeras eran simplemente el pan de cada día, a veces el premio era un plato de comida o un par de zapatos, hizo maña para lastimar a todo adversario, mordiendo, torciéndoles el brazo, una pierna y hasta piquete de ojos, pero tenía un talento nato para soltar los puños y su fama de valiente se extendía en el horizonte de su rutina, era increíble pero otros vagos hasta hacían fila para enfrentarle y en ocasiones peleaba hasta cuatro veces antes del crepúsculo del sol. Y claro, el cigarro, el alcohol, el pegamento eran parte del mismo espectáculo, así que si lo agarraban drogado no le iba tan bien que digamos, también se hizo adicto a las pastillas, a la cocaína, y todo lo que le provocará olvidarse momentáneamente de su triste existencia, incluyendo la crueldad al castigar a las víctimas que caían en sus garras. Pero su ángel de la guarda fue el hijo del mismo nombre que el legendario entrenador Arturo “Cuyo” Hernandez, el cual con ojo clínico supo que Victor podría alcanzar fama y gloria con sus puños en vez de miseria y mas amargura por el camino torcido que transitaba. En el gimnasio con 15 años a cuestas, Victor ya no estaba solo contra el mundo, ya tenía una familia que le brindó el cariño que tanto necesitaba y que ya pensaba que no había nacido para merecer ese sentimiento genuino. Victor entrenaba con ahincó y José “Chepo” Reynoso ni tardo ni perezoso, lo bautizó como “Vikingo” por ser tan aguerrido y la época de rebelde sin causa se cambio por una disciplina férrea y un pensamiento empezó a tomar forma en su corazón, ser campeón del mundo. El 13 de marzo del 2003 de plano fue de mala suerte para “Vikingo”, quien fue anestesiado en el segundo asalto en su debut profesional, pero de ahí para el real, puras albricias y aplausos hasta culminar en una pelea titular el 19 de noviembre del 2011 ante Fernando “Cochulito” Montiel donde Terrazas al fin probó las mieles de ser monarca supergallo Silver CMB. Y dos años después otra vez, al superar a Cristian “Diamante” Mijares para abordar el trono Mundial supergallo del CMB. Por lo cual Victor si puede decir que valió la pena tanto sacrificio de prepararse para toda contienda y dejar atrás el tenebroso ambiente irreal de los estupefacientes. Hoy con 36 años a cuestas se debate entre seguir en el vertido de las guantadas rentadas o de plano dejar por la paz el subir al ring a darse de mosquetazos con un semejante, aunque todavía asiste al gimnasio para mantenerse en forma y compartir su experiencia con los nuevos talentos. Victor Terrazas dice que se unió por las mil y una leyes con su amada Susana y que está muy orgulloso de sus otros dos amores que son su hijo Ulises de 13 años y a su nena Montserrat de 9 años de edad.