Tercer hombre en el ring: Pieza clave en la salud de los
La brutal golpiza que recibió el boxeador Nick Blackwell y que lo puso al borde de la muerte a manos de Chris Eubank Jr. hace poco, me hizo recordar lo importante que es el réferi en un combate arriba del ring. Seguido, el tercer hombre en el ensogado es la diferencia entre la vida y la muerte de un boxeador.
La pésima actuación del réferi Rudy Goldstein le costó la vida al púgil cubano Benny “Kid” Paret en un encuentro ante Emile Griffith en 1962. El moreno de las Islas Vírgenes había subido al ring con mucho odio después de que Paret le había tocado las “pompis” y lo había llamado “maricón” por sus tendencias homosexuales que en aquellos tiempos, de ser comprobadas, le hubieran costado la carrera boxística al isleño. Griffith se ensañó con Paret, especialmente en round 13, cuando el cubano, enredado y colgando de la cuerdas producto de una andanada de golpes, siguió recibiendo castigo sin que el réferi interviniera. Paret, quien recibió 29 golpes sin respuesta, murió como consecuencia de esa golpiza y negligencia del réferi. Compungido por la tragedia, Goldstein jamás volvió a referiar otro combate.
Aunque las muertes de púgiles en el ring pueden ser contadas en los cientos desde la legalización de este deporte, aquí recodaré algunas de las más notorias, las cuales, quizá, pudieron haber sido evitadas si el réferi interviene y para el combate al detectar que la vida de uno de los pugilistas está en peligro.
Ultiminio “Sugar” Ramos causó la muerte de dos púgiles en su carrera. En Cuba castigó de muerte a José Blanco en 1958. Luego en 1963, en un combate por el título mundial pluma, Ramos, ya nacionalizado mexicano, en disputado combate causó la muerte del aguerrido Davey Moore, púgil que había noqueado al Pajarito Moreno en un round y que había acabado con el cuadro antes de su pelea con Ramos. Sin seguir un orden cronológico, en 1959, el mexicano José Becerra puso fuera de combate en pelea mortal a Walter Ingram en Guadalajara. La víctima solo tenía 24 años. Leveander Johnson perdió la vida a manos del mexicano Jesus “Matador” Chávez en el 2005. El popular mexicano Francisco “Kiko” Bejines fue noqueado de muerte por el chicano Alberto Dávila en el 2004. El británico Johnny Owen perdió la vida ante el mexicano Guadalupe Pintor en 1980 y en un combate que millones de personas presenciaron porque fue televisado a nivel mundial, Ray “Boom Boom” Mancini, en pelea brutal y sanguinaria noqueó al surcoreano Duk Koo Kim, de solo 23 años, en 13 azarosos y violentos asaltos causándole la muerte días después. A raíz de este combate, las autoridades boxísticas decidieron eliminar los combates campeoniles a 15 asaltos y cambiarlos a 12, “porque la mayoría de las muertes suceden en los últimos tres rounds”. Claro, esto no es cierto, porque la muerte merodea el ring desde el primer campanazo.
La muerte de Kim tuvo muchas repercusiones. El réferi Richard Greene y la madre del oriental se suicidaron, mientras que Mancini, lo mismo que los otros boxeadores en su situación, jamás volvieron a ser los mismos estetas arriba del ring. Griffith, Becerra y Mancini siguieron peleando, pero nunca volvieron a ser los mismos. Aparte de la mala actuación del Goldstein, no se sabe, porque no se ha estudiado a fondo, cuántas de estas muertes en el ring se pudieran haber evitado si el réferi detiene el combate al ver que uno de los boxeadores ya está muy lastimado, ha recibido muchos golpes sin respuesta, y que en la apreciación del tercer hombre, que debe ser todo un profesional, ya no tiene con que darle la voltereta a la batalla.
Un ponchador siempre tendrá una oportunidad de darle la vuelta a un combate que va perdiendo, pero la mayoría de los púgiles no son golpeadores contundentes. Es mejor decir que cierto réferi paró el combate demasiado pronto que demasiado tarde