¿Se aburrieron viendo al “correlón y mata muertos” llamado Terrence Crawford?
Y hoy, ¿qué tendrán que decir los que hasta el mismo sábado en la noche tildaban a Crawford de aburrido, correlón y mata muertos? Con el contundente nocaut de Terrence Crawford sobre el hasta entonces invicto campeón mundial namimbio, el estadounidense convirtió en chatarra cualquier comentario que lleve la intención de cuestionar su condición de BOXEADOR COMPLETO. Durante su brillante paso por el deporte de las narices chatas, este peleador nativo de Nebraska ha enfrentado la mejor oposición disponible en el Peso Ligero y Súper Ligero, derrotando de manera clara o aplastante a boxeadores de calibre mundial, entre ellos, varios que han sido campeones mundiales al momento de enfrentarlo o antes, como lo han sido; Ricky Burns, Yuriorkis Gamboa, Raymundo Beltrán, Viktor Postol, Félix Díaz y Julius Indongo.
Estamos en presencia de un boxeador excepcional, que posee todas las herramientas para, en breve, colocarse en el tope de los mejores libra por libra. Posee un poder excepcional, su IQ boxístico es fascinante, boxea cuando quiere, se faja cuando le da la gana, sube al ring en perfectas condiciones físicas, es ambidextro, su estatura es más que adecuada para las divisiones en las cuales se pasea, alcance sobre el promedio, su corazón no le cabe en el pecho y aunque no es invencible, no veo a nadie en el horizonte que parezca ser un gran favorito para derrotarlo.
Cualquier hombre que se enfrente a este muchacho, llámese Mikey o Danny García, Thurman, Pacquiao o Spence, subirá al ring sabiendo en lo más recóndito de su cerebro que esa noche la posibilidad de ser vencido no es un sueño o una pesadilla, si no una realidad.
Hay otros que siquiera osarán enfrentarlo. Por favor, reconozcamos la calidad del chico. Restarle mérito solo servirá para que los demás se percaten de nuestros limitados conocimientos sobre el deporte-ciencia; el BOXEO.