LA ERA DE FLORENTINO Y LA DIVISIÓN WELTER
El año 1959 contempló a tres cubanos entre los 4 mejores boxeadores de la división welter: Benny Paret, Luis Manuel Rodríguez y Florentino Fernández (en la foto con Alí en 1965), el otro, el nativo de Islas Vírgenes Emile Griffith, que les ganó entre 1960 y 1963.
De los tres, según cronistas cubanos de la época, el más preparado para retar a Don Jordan, buen campeón, pero asfixiado por problemas personales de todo tipo, era Luis Manuel, por su capacidad superlativa como peleador y porque, durante casi todo 1959 y 1960, encabezó el ranking de la división.
El pupilo de Ernesto Corral le había ganado dos veces al villareño de Manuel Alfaro. En las 147 libras, no existía un peleador con las habilidades, el instinto y la determinación del camagüeyano radicado en el barrio Mantilla.
Pero la oportunidad cayó del lado de Paret, un boxeador que gustaba en la televisión americana, porque, por lo general, los magnates de ese medio prefieren a los pugilistas que tiren mucho y, como fajador eminente, ese era el estilo del cubano.
Entonces, con el apoyo del circuito televiso, más una victoria tan inesperada como indiscutible contra el número 1 del ranking en diciembre de 1958, Charley Scott y una derrota por puntos ante el mexicano Gaspar Ortega, que fue considerada un robo mayúsculo, obtuvo la víctima fatal de Griffith la oportunidad contra un monarca que esperaba que subiera cualquiera para ceder la faja; no obstante, Jordan hizo una gran pelea y entregó como el campeón que hacía rato no era.
A la suerte le adjudicaron algunos críticos del sector la oportunidad que le dieron a Paret; otros, como Secades y Molina, recontaron en sendas crónicas que nadie debía olvidar que a Chocolate “lo ayudaba” Jess McMahon, personaje que trabajaba a la sombra de Pincho Gutiérrez; que a Gavilán le había conseguido su oportunidad contra Bratton, Blinky Palermo, que también arregló el robo por puntos de que fue objeto contra Saxton en Filadelfia, porque su esquina “incumplió compromisos ineludibles”
A esas historias hubo que sumarle, desde 1960, cuando logró pelear y derrotar a Don Jordan, la de Benny Paret, porque detrás de su gente estaba Teddy Brenner, matchmaker del Garden.
Luis Manuel, boxeador de capacidad superlativa, lo mejor del peso en 1959 hasta que se convirtió en mediano, que le ganó una a Griffith y le robaron 3, pudo discutirle al nativo de Islas Vírgenes el campeonato mundial de la división en el Dodger Stadium en marzo de 1963 y salir con una victoria apretada, como fueron todas las peleas entre ellos, en una cartelera que llamaron La Noche Cubana de Los Ángeles, porque incluyó a Ultiminio Ramos discutiéndole, ganándole y matando al campeón de peso pluma Davey Moore.
Florentino, según muchos cronistas de la época, no estaba preparado en 1959 para pelear por la faja, porque todavía no podía controlar su temperamento de pegador homicida, capaz de regalarle un peligroso número de rounds a un contrario esperando por la brecha para colocar su gancho de zurda, que, a veces puede y, otras, no.
Con una impresionante cadena de nocaos, que se encargó de romper el Indio Ortega al concluir de pie el primer compromiso entre ambos. Por una derrota contra el filipino Rocky Kalingo, sorpresiva, inexplicable y que le hizo perder credibilidad ante los especialistas de The Ring, que entonces confeccionaban el escalafón, el oriental le dio la razón a quienes pensaban que “podría tumbar a un caballo” como había dicho Gil Clancy, pero, aquel año, no estaba listo para optar por la faja.
Florentino, fallecido el lunes pasado en Miami, encontró su oportunidad contra Gene Fullmer en 1961 en la división mediada. El bout, que terminó con victoria del americano por decisión dividida, está considerado un robo mayúsculo en peleas de las 160 libras.
Floro Fernández pertenece al club de boxeadores que, con la clase suficiente para reinar en una división, a pesar de su espectacularidad, no se coronó campeón ni en Cuba…