La corona sigue en las manos de la “Crespa” Rodríguez
No era el Caupolicán y tampoco el ex Estadio Chile. No estábamos en dictadura y tampoco peleaba Martín Vargas, Godfrey Stevens o Julio Gómez. El calendario marcaba el sábado 9 de agosto y el reloj las 22:25. Momento preciso en que Carolina “Crespa” Rodríguez saltaba al cuadrilátero del Polideportivo del Estadio Nacional y el viejo y querido boxeo comenzaba a despertar de su extenso y profundo letargo. Sí, ese deporte que tantas alegrías le entregó a la afición y que por las malas gestiones desapareció de la palestra competitiva, mediática y prácticamente también del relato de nuestros abuelos, padres y tíos.
Más de cinco mil almas unidas por la mejor exponente nacional de la historia y también por la única luminaria que hoy exhibe esta disciplina en Chile. El gobierno la apoyó y el pueblo se cuadró con su campeona. En la galería el grito era uno solo: ¡Chi, chi, chi, le, le, le! ¡ “Crespa” Rodríguez de Chile!
En la previa, unos pintorescos combates preliminares y el reconocimiento a la trayectoria y a la figura de Martín Vargas. El recinto se colmó de aplausos y vítores, esos que la mayoría de las veces son huraños y escasos para nuestras glorias del deporte.
Había esperanza y triunfalismo en el ambiente, pero los especialistas presagiaban un confronte estrecho y muy parejo. El palmarés de la colombiana Dayana “Diamante” Cordero era contundente con 13 peleas ganadas (9 por K.O.), 4 perdidas y un empate. A pesar de sus noveles dieciocho años, se trataba de una rival compleja y a la que estratégicamente no había que darle espacios.
Los primeros asaltos no marcaron grandes diferencias entre ambas púgiles. A la “Crespa”´, eso sí, se le veía algo tensa pero, como siempre, muy propositiva, frontal y valiente. A la barranquillera, en tanto, parecía no afectarle el público en contra y desde el inicio planteó una pelea claramente defensiva y de contragolpe. Convengamos en que la “Diamante” siempre esperó la iniciativa de la púgil nacional y nunca asumió grandes riesgos. La visita apeló como único recurso a su pegada de nocaut y no fue ella quien precisamente salió a buscar y a ganar la contienda. En la medianía del combate, la “Crespa” conectó un par de buenas manos, pero no se encontraba con su habitual precisión y muchos de sus golpes se estrellaban en el aire. No se sentía cómoda y se le notaba. A su coach le repetía en el descanso que estaba “apretada” y que no se reconocía en el cuadrilátero. Avanzada la refriega, la local seguía embistiendo fuera de distancia y la colombiana que aprovechaba cada fail de su contrincante. Un alza de la cafetalera y un par de jabs muy bien conectados en el noveno round no le alcanzaron para arrebatarle el título a la chilena. Finalmente, el triunfo por los puntos en fallo dividido para Carolina “Crespa” Rodríguez: 99-91, 95-98 y 96-95.
En resumen, podríamos convenir en que no fue una de las mejores exhibiciones boxísticas de la “Crespa”, pero vaya cuánto coraje y amor a la camiseta le pone a lo suyo. No nos olvidemos de que nuestra compatriota se ha hecho a sí misma, y en esas condiciones se ha convertido en la mejor del mundo. A lo largo de su carrera pugilística ha hecho lo que ha podido con lo que ha tenido, y eso hasta ahora ha sido mucho. El apoyo recién llegó a sus treinta años y seguramente toda la parafernalia en torno al combate, la descolocó en lo emocional y en lo psicológico. La “Crespa” tiene que encontrar las herramientas para abstraerse de todo lo que está implicando su creciente popularidad.
También hay que considerar que ella es, hoy, la rival que todas sus contrincantes quieren derrotar y sus próximos desafíos seguramente siempre van a tener un mayor grado de dificultad. No obstante, Carolina aprende de las lecciones porque es trabajadora, profesional y está muy enfocada en su carrera. Futbolísticamente hablando podríamos decir que la “Crespa” ganó, pero no gustó y no goleó. De igual manera, la corona sigue en buenas manos, sigue en las manos de la “Crespa” Rodríguez.