Johnny Tapia: Mi amigo y amigo de todos

Imagen: CINIMODFX

Quisiera pensar que yo era un amigo especial para Johnny Tapia, porque cada vez que lo veía, ya sea antes o después de una de sus emocionantes peleas, en Las Vegas o como invitado a la casa que tenía en Ruidoso, Nuevo Mexico, él así me hacía sentir. ¿Cuándo vamos a Juárez?, me preguntaba siempre. “Cuando Quieras”, le contestaba yo.

Mi deporte favorito es el box, porque en el abundan personajes como Tapia. Mis mejores amigos en el deporte son ex boxeadores, a quienes les cubrí sus carreras cuando mi profesión de planta era el periodismo. Cuento entre mis mejores amigos a los hermanos Rocky y Louie Burke, ex boxeadores. Louie es ahora el manejador de la campeona mundial Jennifer Han y el ex campeón mundial Austin Trout. Rocky es un réferi internacional. Otros ex boxeadores a quienes considero mis amigos son Joe “Chamizal” Hernández, ex campeón nacional ligero de México, al noqueador Mike “Flash” Estrada y a Fernie “Matorrito” Morales, ex campeón gallo de México. El Matorrito le dio una gran batalla al noqueador Orlando Canizáles cuando le disputo el título gallo. Uno de mis más grandes ídolos, José Angel “Mantequilla” Nápoles, es también mí amigo. Pero ninguno como Tapia, un boxeador que fue campeón mundial en 5 ocasiones a pesar de que nació con todo en su contra.

Johnny nunca conoció a su papá hasta los últimos años de su vida. Su madre fue asesinada cuando él tenía 8 años. Johnny, el orgullo de Alburquerque, después de la muerte de su madre quedó al cuidado de sus tíos, unos “tecatos” que lo indujeron al vicio. Johnny experimentó con todo: mariguana, cocaína y alcohol, pero fue la nefasta cocaína que casi le costó la vida en varias ocasiones.

Mi gran amigo Tapia murió a los 45 años, pero hubiera muerto mucho más joven de so ser por su esposa Teresa, quien hizo hasta lo imposible por protegerlo y alejarlo del vicio. Esperando el pesaje en varias de las peleas que fui a ver, era común ver a Tapia sentado en el piso al lado de su esposa abrazado de una pierna. Era esta una escena muy tierna y conmovedora. Teresa, con justa razón, veía a todos los que se le acercaban a Johnny con sospecha. Mi visita a su casa finalmente convenció a Teresa que mi interés por Johnny era por su talento y por su increíble carisma como persona. Nunca busqué nada de Tapia más que su amistad y la conseguí.

Mi vida ha sido mejor por haber conocido a Tapia. Su casa en Ruidoso era muy bonita y lujosa. Estaba construida arriba en las montañas. Tenía un gimnasio dentro de ella, y ahí fui a verlo entrenar para una batalla en Las Cruces, Nuevo Mexico. Me dio un tour de su residencia, y me enseñó una confianza de verdadero amigo. Dos dejó a un amigo y a mí en su sala de trofeos, solos, mientras atendía unas llamadas. En su sala tenía invaluables piezas de memorabilia que una persona deshonesta pudiera haberse embolsado. Tenía pelotas de béisbol firmadas por grandes figuras del deporte, unos tennis tamaño 22 firmados por Shaquille O’Neal y muchas otras piezas de valor.

Recuerdo con mucho afecto las veces que me hizo sentir como una persona importante. Me veía en las Vegas y ahí en medio de todo mundo me abrazaba, me distinguía y me hacía notar entre gente del box deveras importante. La gente se me quedaba viendo como preguntándose ¿quién es este? Cuando muchos boxeadores con vidas tranquilas cuyos únicas obligaciones y obstáculos en sus vidas es entrenar duro y marcar el peso adecuado no han tenido la disciplina o el talento para ganar un título mundial, Johnny Tapia, acechado por un sin fin de demonios personales y emocionales, ganó no solo uno, pero 5 campeonatos mundiales.

Vacacionaba con mis hermanos en Biloxi, Mississippi cuando me habló mi hijo y me dio la fatal noticia de Johnny había muerto. Mi cuerpo se invadió de tristeza. Había muerto un amigo dentro de mi deporte favorito. Johnny Tapia ya está entronado en el Salón de la Fama Internacional en Nueva York. Oficialmente ya es una leyenda para todo el mundo, aunque él, desde que lo conocí, fue una leyenda para mi.

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