El nuevo ‘Kid Chocolate’ con la mente puesta en ‘Maravilla’ Martínez y el ruso Golovkin
JORGE EBRO
jebro@elnuevoherald.com
Cuando se le pregunta qué significa Cuba, Peter Quillin le suelta que “yo soy un guajiro con tumbao’’, pero se torrna un poco serio y jura que cada día aprende más español, porque se lo ha prometido a su padre y es un compromiso que ha asumido consigo mismo, pero por ahora no va más allá que unas cuantas palabras juntas en el idioma de Cervantes.
Cuando se es campeón profesional de boxeo y te haces llamar “Kid Chocolate’’, el compromiso se duplica. Quillin (29-0, 21 KO) está consciente de que lleva un sobrenombre demasiado pesado, que atrae comparaciones inevitables con aquel maestro, Eligio Sardiñas, quien es considerado a través de las épocas uno de los más grandes que jamás haya puesto un pie en los cuadriláteros.
“Mi papá me puso ese sobrenombre, porque siempre estaba hablando de Kid Chocolate y dice que me parezco físicamente a él’’, expresa Quillin, que este sábado defiende su faja de la Organización Mundial del Boxeo (OMB) ante Gabriel Rosado, un púgil de raíces puertorriqueñas nacido en Filadelfia, en el Boardwalk Hall de Atlantic City.
“No hay nada de pretencioso en ello. Sólo el deseo de rendir tributo a ese grande y de paso, a la nación cubana. A papá siempre lo envuelve la nostalgia’’.
La nostalgia, sin duda, ha sido parte del proceso que ha convertido a Quillin en uno de los mejores púgiles del momento. Su padre, Pedro, llegó a Estados Unidos durante los turbulentos días del puente marítimo del Mariel, en busca de nuevos horizontes, pero sus comienzos en esta tierra no fueron del todo fáciles y el niño creció en Grand Rapids, Michigan -la misma ciudad de Floyd Mayweather Jr.-, en medio de privaciones.
Tras una breve incursión en el pugilismo amateur y con grandes posibilidades de hacer alguna escuadra olímpica, Quillin decidió no esperar y saltó al profesionalismo con apenas 21 años. Para el 2002 el chico se había reubicado en Nueva York para estar cerca de los grandes gimnasios y las carteleras, y la movida comenzó a dar frutos casi de inmediato.
Quillin siempre contempló al boxeo como un amor a primera vista, pero igualmente como una vía para salir adelante y ayudar a su familia, de aquí y del otro lado del Estrecho de la Florida. Nunca olvidará el viaje a La Habana, en noviembre del 2010, cuando visitó a sus tres medio hermanos que aún viven en la capital cubana y que le revivieron esa fuerza que nace de la misma sangre.
“Mi papá es de Santiago, pero vivió mucho tiempo en La Habana, y en esa misma casa aún permanecen mis familiares, en condiciones que no son las mejores’’, comentó Quillin. “Yo siento que subo al ring por todos ellos, y este sábado será igual’’.
Si Quillin vence en Brooklyn ya tiene la mente puesta en el rival que todos tratan de evitar, el ruso Gennady Golovkin o el argentino Sergio “Maravilla’’ Martínez, algo que podría dificultarse pues el pelea bajo la bandera de Golden Boy y estos dos últimos lo hacen para Top Rank.
Al principio nadie lo tomaba en serio, pero tras conquistar el cetro y derribar 11 veces a sus oponentes en las últimas tres peleas, ya no pasa inadvertido.
Siempre le he dicho a Sergio que estoy listo para pelear con él, pero también me veo en un ring con Golovkin’’, recalcó. “Sé que es difícil este negocio del boxeo, pero mi sueño es ser campeón unificado de las 160 libras. Esa es mi misión más importante en este deporte”.