El instinto, un arma de doble filo para el boxeador
Por instinto se para un boxeador medio muerto; por instinto continúa con un hueso roto; por instinto no permite que le tiren la toalla y por esa razón trata de golpear al referí que le asiste tratando de detener una carnicería.
Arizmendi tenía la muñeca izquierda fracturada y siguió, no ontra cualquier corista, sino contra Armstrong y Archie Moore se opuso a la toalla contra Marciano y contra Durelle.
Beau Jack prefería que lo mataran a que le detuvieran un pleito… son incontables las historias de pugilistas que siguieron a pesar de atroces dolores, por fracturas o noqueados de pie, en contra del instinto de conservación que ha asomado el hocico en otros tantos casos de “vira la espalda y se va” o “se cayó y no hay Dios que lo levante” ni esfuerzo que haga.
Creo que he escrito 100 veces que no hay boxeador cobarde, pero, a veces, los traiciona el sub-consciente y aparentan lo contrario, por ejemplo, Odlanier Solís no pudo soportar el dolor por la lesión tan grave en la rodilla que sufrió en su famosa pelea contra Klitschko, sin embargo, lo que ha dejado en nivel de histórico-memorable el breve encuentro fue que no hizo intentos por seguir a pesar del dolor ¿Qué hubiera podido hacer? Con un pie, caminar hacia el contrario y caerse para que el referí finalizara “un bout ejemplo trascendental de valor personal”. No pudo ser…
El sábado pasado Alfredo Angulo decidió con un “no más” y, como si hubiera estado en una mesa de dominó, abandonó el compromiso.
Este boxeador tiene mucho público, un público mexicano que la mayoría le dice a Lara cobarde y correlón, pero que no ha abierto la boca ante el último abandono anti-deportivo, violador de la principal regla del boxeo, casualmente, de uno de los suyos: “NO TE HUYAS NI SI ESTÁS AL BORDE DE LA MUERTE”, que para eso te pagan.
Yo entendí que el Perro no podía por el dolor, lo que digo es que su fanático natural no actuó igual que otras veces y eso sí es una cobardía.