Argüello, el ídolo que nunca muere
(Foto cortesía: elnuevodiario.com.ni)
Era la mañana de un primero de julio hace trece años. Sonó mi smartphone, no hubo tiempo para el hola. Instantáneamente una voz desde Nicaragua me dijo:¡Murió Alexis!
Rodeado de mar, 360 grados a la redonda en Grove Isle, Coconut Grove, Miami; se entremezclan agitadamente los recuerdos de “El Flaco,” como el brillo cegador de los flashes iluminando la casa de Bernie Madoff, ex presidente de Nasdaq y creador de la más grande estafa mediante el esquema Ponzi, interpretado por Robert De Niro en The Wizard of Lies (TV).
Las imágenes de Argüello se conectan, se tornan nítidas en la memoria. Aquella derecha escalofriante que derrumba a El Púas Olivares en el Forum, arrebatándole el cinturón pluma de la AMB.
Retornan los trece asaltos en Bayamón, Puerto Rico, salpicados de sangre, como si sobre el ring se hubiese desatado la guerra de Pearl Harbor. El rostro de Escalera lleno de heridas reflejando el castigo inmisericorde de Argüello. El pómulo derecho del nicaragüense abultado por los golpes del campeón que se resistía a perder. Solo la intervención del referí detuvo el calvario al que era sometido el boricua. Esa noche Alexis se agenció del fajín ligero junior (130 lbs) del CMB. Acumulando así su segundo título mundial.
Las musas cómplices despiertan mientras rasco las cuerdas de la “guitarra” inspiracional que genera la meteórica carrera pugilística de Argüello. Con Alexis brotan las mejores notas de cada cuerda. Y es que él pertenece a esa célebre estirpe de boxeadores que durante 15 asaltos se jugaban la vida en el ring frente a oponentes genuinos, sin amaños ni pactos; la añorada época donde “Aquiles desafiaba a Ulises.”
Quedó demostrado con el ascenso de El Flaco Explosivo al siguiente peldaño, y la conquista de su tercer título frente el escocés Jim Watt un 20 de junio de 1981, que él pertenecía a esos bárbaros y tenaces gladiadores dueños de un ingenio capaz de descifrar la estrategia más difícil del adversario. Todos o casi todos, poseían esa dosis de sagacidad y astucia para liquidar al oponente con bravura sin límite y Argüello fue un pura sangre, como Alí, Robinson, Marciano, Joe Louis, Frazier, Chávez y Leonard…una raza con pedigree.
Dicen que en México Pedro Infante “sigue vivo”, mientras en Nicaragua el amor que le profesa la nación a su ídolo hace que el recuerdo de Alexis se perpetúe.
Argüello; dueño de un jab maravilloso como la quinta sinfonía de Beethoven y una fuerza destructiva en su mano derecha como el iceberg que hundió el Titanic, permanece indestructible como una mancha de acero en el sentimiento popular de los nicaragüenses. “Nada más triste que la ausencia de un titán que nos hace llorar…” diría RUBÉN.