A 46 años del ¡Ali, bomayé!

Ali observa al caído Foreman, mientras el réferi Clayton se dispone contar los 10 segundos (Foto: Suministrada)

Por Jesús Cova

Este 30 de octubre se cumplen 46 años del combate por las fajas AMB y CMB entre el legendario Muhammad Ali y el brutal pegador que fue George Foreman, campeón defensor, en el estadio 20 de Mayo de Kinshasa, Zaire-hoy República Democrática del Congo- colmado con 60 mil expectantes espectadores de aquel combate que con seguridad ha sido el más divulgado por los medios, que congregó a cerca de 300 millones de aficionados y curiosos en el orbe frente a sus televisores , la más elevada legión de seguidores de un evento deportivo, y de cualquier índole, entonces y hoy, solo superada por la llegada del hombre a la luna en el Apolo XI el 20 de julio de julio de 1969, que fue vista por unos 600 millones de personas.

La refriega, considerada la mejor de la historia (apenas si se le compara, un tanto lejos, la Ali-Joe Frazier del 1° de octubre del 75) que concluyó en el 8° round con la sorprendente victoria de Ali – quien procuraba recuperar la corona perdida en tribunales por negarse a formar filas en el Ejército, aduciendo, como devoto del islamismo, razones de tipo religioso – y que estuvo inactivo por ello entre el 22/3/67 hasta el 26/10/70- es también, sin duda, la más recordada en la secular historia del boxeo, además de ser el mayor e inesperado desenlace de todos los tiempos en el peso completo, afirmación que incluye el nocaut en el 10° asalto sufrido por Mike Tyson ante Buster Douglas en Tokio el 11 de febrero del 90 y el del alemán Max Schmeling en 12 vueltas sobre el antes nunca batido Joe Louis el 19 de junio de 1936, por citar apenas dos de grandes encuentros en la máxima división.

En justicia la Ali vs Foreman, que hizo del primero una leyenda boxística, bien merece ser reconocida como la verdadera e indiscutible Pelea del Siglo XX, etiqueta que le ha sido colgada, entre otros choques, a los de Jack Dempsey ante el argentino Luis Ángel Firpo en 1923, los dos de Sugar Ray Leonard-Roberto Durán y de Leonard versus Thomas Hearns y Marvin Hagler en los años ´70-80 e, inclusive, el de Floyd Mayweather contra Manny Pacquiao en esta centuria (mayo de 2005), todas ellas de inferior interés al generado por la contienda que rememoramos, en África, la primera por una corona mundial en aquel continente.

ANTECEDENTES Y FINAL DE ASOMBRO

Muchos y variados pasos previos confluyeron para que el inolvidable encuentro se produjera. Finalmente la pelea se concretó merced a la astucia y a la visión publicitaria y comercial del promotor entonces en ciernes y hoy famoso Don King, quien se sostuvo en su meloso y seductor poder oratorio para persuadir – con la carnada de lo importante que turísticamente era para la imagen del país el montar la pelea – al dictador Mobotu Sese Seko, depuesto luego en mayo de 1997 y fallecido por cáncer de próstata en septiembre del mismo año.

Mobotu aportó $10 millones para la bolsa de los púgiles, a repartir en partes iguales: $5 millones para el campeón de 25 años, invicto en 40 peleas, con 37 KO y 3 decisiones y los otros $5 para el excampeón de 32 años, con 31 KO, 13 decisiones y derrotas frente a Joe Frazier el 8 de marzo-71 y la otra ante el exmarine Ken Norton, quien le fracturó la mandíbula el 31-03-73.

Como atractivos para los potenciales asistentes se pusieron en escena diversos espectáculos de carácter popular y artístico, el más resaltante de ellos un mini-concierto “a lo Woodstock”, el famoso, turbulento y explosivo festival musical que reunió a más de 450 mil “hippies” en una granja cercana a Nueva York los días 15 al 18 de agosto del 1969. El de Kinshasa fue animado por figuras de la época tales como BB King, James Brown, Bill Whiters y la caribeña Fania All Stars, con Celia Cruz, Héctor Lavoe y Cheo Feliciano también en la tarima.

Después de un aplazamiento de seis semanas (retardo que favoreció a Ali, quien así completó su preparación física) en razón de una leve lesión del campeón, en un ojo, los peleadores subieron al ring a las 4:00 de la madrugada, hora fijada por la TV para que pudiera ser vista desde las 10 de la noche en Estados Unidos. King bautizó la pelea “Rumble in the Jungle” en español “La pelea o el rugido de la selva” o “de la Jungla”.

Alentado por una multitud mayoritariamente a su favor Ali, con 216.5 libras (98,2 kg) fue el primero en subir bajo un atronador grito que estremeció el repleto escenario: ¡Ali, bumayé! -o ´bomayé o bomaie – ¡Ali, Ali, bomayé ! (¡Ali mátalo!”, en kikongo o lingala, lengua bantú hablada por unas 10 millones de personas en África. Unos 10 minutos más tarde subió a su esquina un cabizbajo, sombrío y abucheado rey mundial “Big” George Foreman, quien pesó 220 libras (99,8 kg).

Cuando sonó la campana para el primer asalto en aquella madrugada de Kinshasa con un insoportable calor y de humedad extenuante, Foreman comenzó la que sería una ofensiva sin reposo de derechas e izquierdas, buenas para tumbar a un elefante, en tanto que el aspirante se recostaba en las sogas, cubriéndose con antebrazos y codos, con los puños en protección de la cara y la cabeza, singular estilo que llamó rope-a-dope (algo así como “embobar, atontar, drogar en las cuerdas”, en traducción libre)

Los 7 primeros rounds fueron casi idénticos: Foreman en incesante ataque y Ali de espaldas a las cuerdas, con esporádicas combinaciones de derechas e izquierdas, siempre con el jab de latigazo por delante en tanto concedía al rival llevar la iniciativa con la finalidad de agotarlo, mientras desde la esquina un nervioso Ángelo Dundee le gritaba que se alejara, que no cambiara golpes, que entrara y saliera.

En este punto permitamos que sea Ali quien cuente el decisivo octavo episodio, con sus propias palabras:

“¡Clang, octavo asalto!: George sale en tromba. Sigue pensando en una sola cosa; el fuera de combate. Pero ahora sus golpes son más lentos, tardan más en alcanzarme. Me consta que siente dolor y ardor de fuego dentro de los pulmones y del estómago y que cada inhalación de aire es un tormento, cual me ocurre a mí. Le veo echarse atrás…pero me echo a un lado, y George va a parar de cara contra las cuerdas…”

“Sé que ha llegado el momento de la prueba. Veo que George se dispone a pasar al ataque, para recuperar su puesto en el cuadrilátero. Le lanzo un directo de derecha a la mandíbula con cuantas fuerzas me quedan. Casi le doy plenamente en la punta del mentón, y se queda quieto…Me dispongo a rematar el ataque con una serie de combinaciones, pero veo que George se derrumba lentamente, con la mirada vidriada…Está escuchando el zumbido de los diapasones, los saxofones que tocan los murciélagos, los silbidos de los cocodrilos, y ve el parpadeo de las luces de neón…”.

“Contemplo cada uno de los movimientos que efectúa el árbitro (Zachary Clayton) levantando y bajando el brazo. Y vuelvo a acordarme de Frazier. Jamás perdería la corona tumbado en el suelo. No hay árbitro que pueda contar segundos sobre su cuerpo yacente, mientras Frazier tenga una gota de sangre en las venas.–Seis…siete…ocho…En el suelo, George se da lentamente la vuelta.–Nueve…¡Fuera! George está en pie, pero la cuenta ha terminado. El árbitro levanta mi mano en el aire, dándome la victoria. El estadio estalla. La multitud rebasa a los paracaidistas, se sube a la mesa de los periodistas e invade el cuadrilátero. Archie está abrazado a George y yo le grito; ..Archie, ¿Soy demasiado viejo?”. (*)

(Para el momento del final, a los 2´58”, los jueces Nourradine Adaila y James Taylor tenían en sus tarjetas 70.67 y 69.66, con 3-0-4 y 4-1-2 en rounds ganados, empatados y perdidos, ambos en favor de Ali y el árbitro Zachary Clayton 68-66 y 4-2-1, también por Ali).

El “Bocazas” Ali, como lo apodaron en sus inicios por lo que hablaba y alardeaba, nacido en Louisville, Kentucky, devino en incansable luchador por los derechos civiles de sus hermanos de raza y de religión, enfermó de Parkinson en los ´80 y murió en 2016 en Scotdale, Arizona. Foreman, de Marshall, Texas, se dedicó al negocio de la carne y hoy disfruta en Houston de buena fortuna, con 71 años.

(*) El más grande. Mi propia historia. Muhammad Alí, (Cassius Clay) y Richard Durham. El Documento Vivo. Editorial Noguer, S.A. Cuarta Edición, 1976.p.p.459-460-461.

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