“MOMENTOS ESTELARES DEL BOXEO”
Por Andrés Pascual
El título del material es homónimo de un libro que tuvo mi padre, como casi todo lo que pido para que me lo envíen, me llegan hojas, a veces inservibles, pero algo es algo.
En el magnífico libro que voy a comentar, se recogen magistralmente los momentos en que Louis pulverizó al teutón en la revancha, así como el que Dempsey, casi noqueado, escala el ring con ayuda y maltrata al Toro Salvaje de Las Pampas, hasta destruir su sueño y el de Argentina, porque no puede dudarse de que el Ciclón del Lago Salado golpeó duramente al sudamericano, que no adivinó otro golpe igual.
Y Young Stribling, uno de los mejores noqueadores de la historia con 129, cuyos padres fueron sus manejadores, pero que, según datos, más de 70 le fueron propinados a su chofer, que le cambiaban el nombre en cada pueblo en que plantaban campamento.
Pero hay un capítulo especial dedicado a Tommy Burns (foto contra Johnson en Australia en 1908), al programa de 1907, donde noqueó en un round a Bill Squires en California, actuando como referí Jim Jeffries.
La historia de Burns es interesante, porque ha sido el único boxeador que pudo reivindicarse del desprestigio como impostor en los anales de Fistiana.
En 1905, Jeffries renunció a la faja heavy por no tener contrarios; cosa rara, el propio individuo escogió a los aspirantes para que discutieran el trofeo en Reno, Nevada: Marvin Hart y Jack Root con Jim como referí. Hart ganó en dos rounds, pero ni la gloria le duró ni su reinado fue popular, porque Tommy Burns lo derrotó en 20 episodios poco después.
Por lo frágil y discutible de la procedencia de la faja, apareció otra caricatura de boxeador, Filadelfia Jack O’Brien, tieso, estático, guardia a la altura de la cara, como esos europeos orientales, cuyos estilos nunca convencerán al occidental, que resultó derrotado por Burns, con Jeffries como referí de nuevo.
Burns no era un campeón de brillo, nadie lo solicitaba, nadie lo reconocía, era, prácticamente, un “don nadie”, al que ni las moscas se le acercaban, mucho menos el fanático incapaz de identificalo en una acera. Sin credenciales legítimas, el verdadero campeón de papel.
Pero Tommy ganó 7 seguidas por nocao y alcanzó notoriedad, en 1908 le entregaron la diadema y ese mismo año Jack Johnson, el campeón de ébano que se cansó de ganarle a peleadores a quienes les llevaba entre 40-55 libras y hasta 5-6 pulgadas de diferencia en estatura, se la arrancó noqueándolo en 14 episodios.
Si algo tiene interesante el libro, es un capítulo deprimente y decepcionante para quienes han considerado a Johnson un fenómeno, como Nat Flescher, que alude a la extraordinaria diferencia a favor de Jack y recuerda que a Sam Langford no quiso darle la revancha, o el momento en que Stanley Ketchell lo tira para después caer noqueado, con 45 libras menos y 4 ½ pulgadas de estatura por debajo.
Cuando a Johnson le preguntaban por el mejor boxeador, decía que no podía decidirse por uno o por otro, LANGFORD o STANLEY KETCHELL, así de duro le dieron aquellos “alfeñiques”.