DEL RING AL HOSPITAL, DE ESTE A LA PRISIÓN: SHARPE vs CROSBY, 1893
Por Andrés Pascual
Históricamente, el puritanismo conservador es injusto con una época de acuerdo al momento, por regla general, se considera un pecado peor que robarse el diezmo de una parroquia no manejar la historia como uno hace y quisiera que todo el mundo lo imitara ¿Por qué? porque se quiere imponer la máxima, a mano como la pomada El Tigre de antes para el dolor muscular, de que “CUALQUIER TIEMPO PASADO FUE MEJOR”, y yo estoy seguro de que existen facetas que lo justifican, porque comparar a la Cuba de hoy con la de 56 años atrás es un sacrilegio, pero no siempre ni en todo.
Sin embargo, de acuerdo a cada generación fanática del boxeo, se ha producido en mayoría el rechazo a “instruirse en el ayer”, a veces por muy inmediato que parezca, imáginese si es la época de la fotografía en blanco y negro, el individuo de chistera y palomita, bastón, sobretodo y hasta monoculares…
Sugerir la revisión de una era más sola y abandonada que un cementerio en desuso en Colonia, si el interesado no es un profesional de los medios o un acérrimo fanático del culto a la historía, es un error más garrafal que los sacrificios “en el aire” del Genio de Riga del Ajedrez, Mijaíl Tal.
La gente es como cree, no como uno quisiera, por lo que, respetar esta afirmación, como al derecho ajeno, siempre será la paz, máxima irrevocable y demoledora del prócer Juárez.
Hace alrededor de 55 años, en una revista The Ring de mi padre, leí por primera vez el nombre de Harry S Sharpe (foto), creo que de 1950, en que se informaba sobre su muerte; al momento del deceso, de más de 75 de edad.
Según el documento, Harpe murió pobre y pulcro, trabajador de dignidad, honestidad y decencia acérrimas.
Para el gladiador caído por causas naturales, no había momento de disfrute mayor que escuchar o leer de su propia actividad en el ring, sobre todo, de su gran hazaña del 5 de Febrero 1893.
En la fecha que señalé antes, en Nameoki, ciudad cercana a Chicago, se discutió el campeonato pluma del Estado de Illinois entre Harry S Sharpe y Frank Crosby, a pesar del tiempo transcurrido y de las miles de peleas celebradas en los anales del pugilato, aquel pleito de 122 años de diferencia con la contemporaneidad, todavía reza, debe rezar, como una de las batallas importantes y extrañas en los anales de Fistiana.
La pelea a que hago referencia no fue la más extensa de la historia y fue boxeada bajo el ánimo popular de “vida o muerte”, pero las condiciones en que se pactó fueron particularmente crueles.
Sin límite de rounds, la conclusión sería solo por nocao, cuando uno de los dos no pudiera llegar al otro ni arrastrándose, desecho, destruido moral y materialmente. Para definir un posible ganador, como sugirió después John L Sullvan, “el que dure un round más”, es decir, el que quede de pie, habilitado aunque sea para levantar una mano…
En 126 libras ambos según la báscula, cada uno recibiría 500 dólares; el pleito debía comenzar a las 2 de la tarde, pero a esa hora el local estaba prácticamente vacío, porque el promotor esperaba dos grandes excursiones desde Chicago en tren, que estaban demorados, en uno de los cuales llegaría el referí, entonces le pidío a los dos boxeadores que esperaran por el público, porque no era posible iniciar sin este ni sin referí, ambos accedieron.
Pasadas las 5 comenzaron a llegar los fanáticos y, de noche casi, con el sol poníéndose tras una arboleda, dio inicio el combate, la luz eran periódicos que encendía el público o cuanto material hubiera que provocara luz por tenue que fuese.
Cuando sonó la campana para el 15 round, estaban peleando en tinieblas, a tientas, la afición no podía distinguirlos, ni los más próximos al ring, lo que veían era dos sombras golpeándose. Un fanático salió hasta un comercio y compró un cajón de velas, que revendió a precios de oscuridad post-apocalíptica.
Sobre el ring, Sharpe y Crosby se golpeaban sin descanso, fieramente, disputando cada segundo con tal crueldad, que la sangre alcanzaba al público a 5 metros del cuadrilátero.
Las preguntas del “respetable” oscilaban desde ¿En qué round estamos? hasta ¿Quién cayó…? no era posible identificarlos.
La pelea era seguida mejor por las pisadas en el ring, por la respiración violenta de ambos púgiles, incluso por el ruido de los puñetazos, que por observar el desarrollo de los acontecimientos como Dios mandaría.
En el round 70 comenzó a llover y en el 77 cayó Crosby noqueado por la cuenta de 10, no podía más; a la salida, el público preguntaba quién había ganado. Esa noche extraña Harry S Sharpe se convirtió en el nuevo campeón featherweight del Estado de Illinois.
Ambos peleadores fueron llevados al hospital por una semana, cuando estaban a punto de salir, los sorprendieron con una orden de detención por haber violado reglas estatales, por practicar una actividad ilícita y prohibida legalmente.
Los dos gastaron los 500 del contrato y alrededor de 40 más en trámites de abogados, pero fueron condenados a 1 año de prisión.
Crosby enfermó en la cárcel y murió en New Orleans en 1943; Sharpe tomó la desdicha con calma y resignación y terminó casándose con la hija del Jefe del Penal.
Una vez, durante una visita de Sharpe a Nueva York, lo presentaron previo a una cartelera, como se ha hecho hasta hoy con viejas glorias del pugilismo, el individuo se quedó pasmado por todas las medidas “humanizantes” de aquel boxeo, fue a principios de los 30’s.
Cuando el anunciador dijo su nombre, nadie lo conocía y solo se escucharon un par de aplausos, al mencionar que aquel hombre, canoso y de corta estatura, una vez peleó 77 rounds en Chicago por 500, que del ring salió para el hospital y de este a la cárcel y que el dinero tuvo que invertirlo en pagar honorarios de un abogado que no pudo evitar que sirviera un año preso.
Hace más de 60 años, cada vez que fallecía una de las reliquias de aquel boxeo de hombres y caballeros de los zapatos a la chistera, la crónica del sector se dedicaba, durante una semana, a meter la mano en el archivo de las viejas crónicas, entonces retomaban la historia del pleito en Inglaterra, en 1825, cuando Patsy Tunes y Jack Jones se fajaron 276 rounds, asegurándose que ninguno de los dos recibió un miserable knockdown durante la pelea. O el de 1890 en África del Sur entre John Silverbauer y Barry Malone, que respondieron a tranca limpia en media distancia a una apuesta de mil dólares, pleito interrumpido por el público, que abordó el ring con la finalidad de terminar la doble masacre que presenciaba.
Todos esos acontecimientos del boxeo, muestras increíbles de una época en la que boxear no solo significaba una carnicería, sino la exposición, el peligro a caer preso, son impensables en ningún boxeador de hoy; sobre todo, por la total escasez de corazón de los pugilistas y por la intervención hipócrita de instancias ajenas, que se entretienen en venderse como buenos cuando son peores que víboras a punto de morder.
¿A qué se debe la importancia de la batalla entre Sharpe y Crosby en 1893? A que este es el pleito decidido por nocao de más duración bajo las reglas del Marques de Queensberry.