ARENCIBIA, PUBLICIDAD NEGATIVA
Por Andrés Pascual
¿Qué busca Boris Arencibia (foto 1ero izq-derecha), cuando acusa de “gallinas” a los boxeadores que no quieren pelear con Rigondeaux? ¿Qué pretenden esos peleadores que rechazan al cubano con justificaciones creadas y dirigidas por la televisión y el gangsterismo que cunde al pugilismo?
Como en el beisbol, en el boxeo no ha sido suficiente ser bueno, hay que ser popular, tener ángel para brillar como se supone que sus condiciones merezcan, pero, en la actualidad, quizás se necesiten otras “virtudes” ajenas al ring.
Por tal razón, en el profesionalismo el público tiene poder de decisión porque paga el show de arriba a abajo, circunstancia que puede convertirse en la justificación de interesados poderosos a la hora de marginar a un pugilista.
De Guillermo Rigondeaux nadie puede decir que “boxee poco”, porque cumple el ciclo de acuerdo a su nivel, lo que sucede es que campeones de su peso, incluso de los plumas, han arriesgado su moral deportiva cuando repiten públicamente “no boxeo con él porque no interesa…” y, si fuera un solo individuo… pero, como que son todos los solicitados, pues hay que entender este asunto como una “conspiración” de muy sospechoso mayor alcance, que nada tiene que ver con los peleadores que usan para “vocear” lo que preparan los responsables del abuso en oficinas aquí y quién sabe dónde más; a fin de cuentas, palabras que suenan feo en la boca de representantes divisionales de un deporte viril, que les compromete la ética rigurosamente obligada.
Entonces el manager de Rigondeaux no encuentra algo mejor que llamarlos “gallinas” y la prensa manipulada, a falta de algo más inteligente, lo suelta: boxingscene.com lo publicó y, por supuesto, el Nuevo Herald se hizo eco de tan negativa publicidad.
¿Cuál es la verdad de las decisiones personales en el boxeo históricamente? Que ningún peleador es responsible ni por el contrario ni por la pelea ni por el dinero, sino los apoderados, que buscan al oponente, fijan fecha y lugar de acuerdo con la promoción contraria y la televisión y pagan. Hasta ahí. Pero, eso sí, ajustado a la reclamación popular:
El nivel de enfrentamiento, las peleas y el dinero lo decide el público
Los pugilistas no tienen miedo, los managers y promotores sí, porque perder una pelea y con esta una faja, también significa perder los privilegios que ofrece tener un campeón bajo su tutela.
Cualquier ataque contra el valor personal de un boxeador hecho por otro es publicidad negativa, pero, si lo hace un promotor, da asco.
Cada división de cualquiera de las organizaciones regentes tiene un grupo de obreros que esperan la oportunidad para lograr un poco de dinero, de fama, o, quién sabe si hasta dar la sorpresa contra el menos esperado; son legiones que manejan para rellenar casillas obligadas según las regulaciones del deporte, son los ranqueados, la grosería mayor que, a simple vista, cometen los promotores y la television, que ni mueven ni se acuerdan que existen con la justicia y la decencia que merecen.
El abuso a través de los rankings es histórico, no empezó con Bob Arum y HBO, pero, antes de 1970, no era ni remotamente de la forma tan indecente como hoy: en 1958 podían mantener en un lugar del escalafón a alguien que hubiera perdido un pleito un mes antes, o no incluir a otro que hubiera noqueado en el mismo tiempo, pero ahora desaparecen sin boxear, sin elementos que justifiquen la salida o la entrada sin convicción que los ampare.
Si Rigondeaux no logra las peleas que merece, por lo que se ve con tanta responsabilidad del contubernio promoción-televisión que usa al público para encubrirse, como de sus manejadores, quienes, aparentemente, no tienen el poder ni la inteligencia ni la chispa que requiere tamaña labor para ser exitoso en este sector, ¿Cuál es la razón por la que no ponen interés en los peleadores de los rankings, a la disposición de cualquiera para alcanzar la fama y la fortuna que pudiera proporcionales un combate aunque sea especial?
Si la inactividad puede hacer maravillas en el desgate de un boxeador, si la escasez de trabajo influye en su situación económica peligrosamente, es necesario que los apoderados del oriental miren hacia abajo y comiencen a explotar esa mina de trabajo que son los clasificados, a fin de cuentas, buenos peleadores para los tiempos que, además de proporcionarle algún dinero, le mantendrán en forma deportiva hasta que Dios y la Virgen escuchen las plegarias de Boris Arencibia.
Lo otro que debe tenerse en cuenta: NI ROBINSON, NI GAVILÁN, NI MANTEQUILLA NI…peleaban todos los días contra un campeón y eso debe contar a la hora de quejarse y acusar a terceros de cobardes.