Sobre este detalle he comentado antes: el boxeo amateur, vicioso, poco elegante y lleno de errores, afectó al boxeo cubano desde que impusieron a los trainers rusos durante 10 años en la Isla (1962-1972); sencillamente, lo decidían todo y los antillanos, comenzando por Alcides Sagarra, tenían que soportarlo, desde la imposición del boxeo parado, sin movimientos de torso inclinado (mal llamado “de cintura” por estos días, waving en inglés), hasta la pérdida de los pasillos laterales con intención de desequilibrar al oponente, conocidos como “side-steps” (pronunciado “sayester” por muchos), incluso ningún cubano pudo manejar a Stevenson hasta después de que ganó la Olimpiada de Munich-72, decidido por el propio tirano como contribución al pisoteo del glorioso pugilismo profesional cubano y a sus trainers históricos como Sarría, Rapidez, Tunero, Manolo Fernandez, Wee Wee Barton…
Había que enterrar todo lo procedente de Estados Unidos y el boxeo no podia quedar ajeno, por lo que el estilo de Gavilán, de Galvani, de Mantequilla, de Lastre, de Fernando Silva, de Acevedo, de Tunero, de Zulueta o de Luis Manuel no constaba como parada en el futuro de un deporte que ellos sabían que podría dar resultados en el amateurismo por dos cosas: su historia y su participación en Cuba y la evidencia de que las grandes estrellas americanas, hispanas o europeas occidentales, asistían a un solo evento, si iban, al que acudían mal preparados, con muy poca edad y menos experiencia como para poder ganar la mayoría de las veces.
Sin embargo, a pesar de lo poco que dura una pelea amateur, el sistema de muchos boxeadores cubanos de hoy, de exagerados desplazamientos sin tirar, sobre todo a la riposta, a pesar de la contaminación que cunde en los aficionados, hizo su aparición con la máquina de puntuación, luego de que quienes mandan en el boxeo allá concluyeron que, con 5 golpes, lo mismo ganaban que perdían, por lo que iniciaron, sobre todo en las divisiones de welter hacia abajo, un estilo de pelea de corring defensivo que no interesa mucho en los profesionales, donde “quien más tire gusta y gana”, sobre todo para la televisión, que contrata y paga.
Es común ver cómo concluyen las peleas amateurs en cualquier evento con solo 8, 9, 10, 15 ó 20 golpes entre los dos contrincantes en 3 rounds; es decir, en 9 minutos.
Claro, el diseño preparado e impuesto por la tiranía obedece a que van a permanecer por siempre como amateurs; sin embargo, como que en estos tiempos se escapan hacia el profesionalismo, pues, los que se van, se afectan por el desinterés ajeno, que se convierte en escollos para poder lograr un pleito de cualquier tipo de importancia.
Pero, entre 1962 y 1985, los boxeadores isleños, aunque boxeaban exageradamente parados para el estilo americano de siempre en Cuba, aunque no utilizaban con la frecuencia que merecen ni el waving ni el side-step, se fajaban, salían a caerle a golpes a cualquiera desde el primer round y lo hacían, como Chocolatico Pérez, Ignacio Hita, “Santa Bárbara” Molina, Fermín Espinosa, Enrique Regueiferos o “La Pantera” Betancourt (heredados de los gimnasios profesionales), hasta Jorge Hernández, José Gómez, Omar Santiesteban, Emilio Correa sr, Alejandro Montoya, Angel Espinosa, Bautista Hernández, Douglas Rodríguez o Armandito Martínez, exponentes todos y los que faltan de la última época en que salían a matar sin cuento ni reculeo.
La culpa del exagerado desplazamiento, supuestamente defensivo con pocos golpes lanzados, de peleadores brillantes que deberían tener mejor aceptación por las promotoras como Lara o Rigondeaux, estuvo (incluso está) en el miedo de los únicos cobardes que lo poseen todo en Cuba, que hasta una máquina de apuntar los asustó, entonces cambiaron para peor el estilo, ya de por sí viciado, del boxeo cubano.