La inferioridad manifiesta
Creo que he escrito kilómetros de cuartillas de lo que voy a repetir ¿Quién es el culpable indirecto, indulgente, de la paupérrima situación en que se encuentra el boxeo de hoy? ¿Los promotores? No, porque el viandero puede vender producto en mal estado si el cliente compra, de lo contrario ¿Cómo haría?
A favor del “viandero del boxeo”, preferentemente del que ha convertido Las Vegas en la placita pestilente del pugilismo actual, Bob Arum, está la animadversión entre los hispanos que, para utilizarse entre ellos en otros menesteres “ideológicos”, encubren con palabras de mal gusto como “nuestros hermanos” y otras por el estilo. Entre los latinoamericanos, por diversas razones, casi hay odio regional, unos más que otros se rechazan entre sí y el boxeo contribuye a separarlos más.
Si alguien dice la verdad meridiana más grande del mundo con respecto al pugilismo, que los mexicanos son la 2da potencia del boxeo desde los últimos 40 años, los otros “hermanos” se lo comen vivo, pero no hay datos para negarlo.
Si cualquiera se arriesga a decir que el boxeo boricua, en cuanto a % poblacional, empareja con cualquiera de las grandes potencias a través de la historia, lo matan, pero es verdad.
Y, si algo han perfeccionado los hunos que, además de la millonada sin recibir golpes tienen en agenda destruir el deporte, ha sido cómo atizar la candela que amplíe, mantenga y ahonde en el odio regional.
Manipular los sentimientos a través de lo sensiblero-patriotero es una asignatura obligada de las grandes promotoras modernas o, ¿Por qué cree que Don King se mueve con “un saco” de banderitas de todos los países hispanos y las identifica mejor que cualquier hijo de la región?
Bob Arum ha estado en fiestas populares en Filipinas, un país de peligroso alto voltaje delictivo hasta para los nacionales, por todos los “hoyos negros” comunes en el ex-idílico y exótico paraíso de mentiras que construyó Hollywood como atractiva “plaza de romance y riesgo en los “Mares del Sur”, vendida con el gancho de las fotos de mirada lánguida o el beso apasionado entre Mitzy Gaynor y Rossano Brazzi.
¿Qué posibilidades tenía Jorge Arce contra Nonito Donaire? Honestamente, ninguna, sin embargo, la pelea la esperaron y la siguieron la cantidad suficiente como para hacer que su familia y la mía, desde sus ancestros, por el dinero que dejó, nunca hubieran tenido que trabajar ni masticando.
Carlos Molina no podía, sencillamente así, NO PODÍA ganarle a Khan, que lo superaba en todo, pero la pelea tuvo público suficiente para considerarla un éxito en lo económico, aunque un fracaso deportivo por la inferioridad manifiesta, porque no es normal observar una pelea para ver un paisano que, se sabe, perderá de antemano.
Lo que he querido decir es que el arreglo al descaro que hay en el boxeo profesional por los ladrones que lo organizan y pagan, está en manos del público.
En el pugilismo, de un tiempo a esta parte, se roba con argumentos que nunca se emplearon antes: con peleas de atractivo particular para el pueblo de uno u otro boxeador enfrentados, con campaña promocionales indecentes, falta de respeto y peligrosas, únicamente en función del enriquecimiento personal del “mandamás”.
La espiral de decadencia pudiera detenerse si el fanático engaveta en pro de sí mismo y del deporte el patriotismo virulento y el nacionalismo apasionado, si no lo pueden hacer, si continúa la actividad delictiva con la anuencia del muy poco respetable de hoy, entonces que se callen y que continúen dejándose robar por un tipo de ladrón que sabe que le dejaron la puerta abierta y el dinero encima de la mesa, además, hasta con el desayuno preparado si desea. Todo resumido en: “el único culpable es el público”.
Este travieso fue alli a cobrar el cheque todo mundo sabia cual era el resultado de la pelea.